domingo, 2 de abril de 2023

Sartre, el hombre tras el personaje

A Jean-Paul Sartre (París, 1905-1980) le ha perjudicado su amistad con Albert Camus (Mondovi, Argelia,1913-Villeblevin, Francia, 1960), y más aún su posterior desencuentro, porque Camus siempre fue mejor escritor literario y su carácter apasionado lo ha distanciado lo suficiente de esa posición tan calculada que mostraba el personaje público Sartre. El lector incluso perdonaba a Camus que no resultase en todo momento estrictamente riguroso en materia filosófica. Los celos -comenzaron en lo intelectual y se extendieron a un asunto de mujeres- tampoco mejoraron la posición de Sartre frente al otro gran pilar del pensamiento existencialista francés. Lo mismo ocurrió con la preeminencia de Sartre sobre su compañera sentimental, Simone de Beauvoir, que vino a sumar negatividad a su imagen ya lastrada por una cierta prepotencia burguesa que casaba mal con su aceptación de la violencia de Estado y el sacrificio de las libertades para lograr imponer el modelo social estalinista, cuyos ulteriores beneficios para el pueblo consideraba un bien superior. Era amado así por quienes apreciaban su preocupación por los desheredados y reprobado por aquellos que advertían su comprensión con el totalitarismo y el terrorismo.

En fin, son muchos lastres, una buena mochila de tópicos, los que pesan sobre el escritor. Por eso cobra tanto interés el trabajo del filósofo, profesor y divulgador francés François Noudelmann (1958) Un Sartre muy distinto, que descubre el hombre tras el personaje público -con un status entonces casi de estrella de cine- y que lleva hoy a las librerías el sello Ediciones del Subsuelo.

Noudelmann muestra cómo el pensador siempre dispuesto a exhortar a la audiencia al compromiso político también se cansaba hasta el aborrecimiento de su permanente papel de vigilante de los principios universales. En su ensayo hace que emerjan las contradicciones, los otros Sartre, y para realizar ese análisis será clave la figura de Arlette Elkaïm (Constantine, Argelia, 1935-París, 2016), a la que Sartre conoce cuando ella cuenta 19 años y a la que acaba por adoptar como hija y finalmente heredera de su obra.

Además de largas conversaciones, ella facilitó a Noudelmann el acceso a la correspondencia privada, documentos inéditos, audios y filmaciones que le permitieron dibujar el retrato de un hombre "muy distinto, ligero, soñador , risueño", "una existencia al margen del curso de la historia y, a veces, incluso opuesta a ella", y que, por cierto, fue una postura suya ante la vida, que afloró con más fuerza gracias al influjo de su hija adoptiva. "Un pensador no siempre comulga con todo lo que piensa", concede Nouldemann, para insistir: "El proceso del pensamiento no se limita a una argumentación lógica. El propio Sartre afirmaba que las nociones más abstractas se alimentan de la materia del tiempo, de los afectos, de lo imaginario que penetra en la reflexión".

H.J.P. La Voz de Galicia, miércoles 22 de marzo de 2023.

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