lunes, 3 de abril de 2023

Una bonita mañana

Con las premisas argumentales de Una bonita mañana, es fácil imaginar un docudrama sobre los efectos de una enfermedad neurodegenerativa o bien un relato social de horizontes oscuros. Bajo la ligereza natural de Mia Hansen-Love, sin embargo, los combates cotidianos a los que se enfrenta Sandra (Léa Seydoux) están tocados por un vitalismo especial, por una suerte de luz que hace honor al título de la película. Todavía joven, Sandra es viuda y madre de una niña de ocho años (el padre murió cinco años atrás), y está al cuidado de su padre George (Pascal Gregory),  quien se apaga poco a poco sumido en el extravío de la enfermedad. Prácticamente todas las ficciones de Hansen-Love nacen de un gesto autobiográfico, lo que no debe confundirse con la cansina moda de la autoficción, y su octavo largometraje sigue fiel a ese origen.

El drama ancla sus raíces en la propia experiencia de la directora acompañando a su padre en los últimos meses de su vida, abatido finalmente por el síndrome de Benson, que afecta principalmente a las funciones perceptivas, incluyendo la ceguera. En su existencia diaria, Sandra hace malabares con el tiempo y las calles parisinas para atender a su padre enfermo, criar a su hija y mantener su trabajo de intérprete.

La película se hace una pregunta que no es original pero sigue siendo interesante:¿que pasa cuando perdemos a alguien querido y al mismo tiempo tratamos de incorporar otra persona a nuestra vida? El triunfo del filme es el modo en que da respuesta a esa cuestión, en cómo retrata los equilibrios y desequilibrios de ambos procesos, el de la pérdida y la conquista, el de un padre que se marcha y un romance que irrumpe de improvisto, ambos con sus propios ritmos pero aconteciendo en simultaneidad, enfrentados a sus propias dificultades...

Carlos Reviriego. El Cultural, 24-3-2023.

No hay comentarios:

Publicar un comentario