El drama ancla sus raíces en la propia experiencia de la directora acompañando a su padre en los últimos meses de su vida, abatido finalmente por el síndrome de Benson, que afecta principalmente a las funciones perceptivas, incluyendo la ceguera. En su existencia diaria, Sandra hace malabares con el tiempo y las calles parisinas para atender a su padre enfermo, criar a su hija y mantener su trabajo de intérprete.
La película se hace una pregunta que no es original pero sigue siendo interesante:¿que pasa cuando perdemos a alguien querido y al mismo tiempo tratamos de incorporar otra persona a nuestra vida? El triunfo del filme es el modo en que da respuesta a esa cuestión, en cómo retrata los equilibrios y desequilibrios de ambos procesos, el de la pérdida y la conquista, el de un padre que se marcha y un romance que irrumpe de improvisto, ambos con sus propios ritmos pero aconteciendo en simultaneidad, enfrentados a sus propias dificultades...
Carlos Reviriego. El Cultural, 24-3-2023.
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