Tras el intento de asesinato que casi le costó la vida, Andy -de 56 años en 1984- veía con preocupación maternal el deterioro de Jean-Michel, que con apenas 24 años ya disfrutaba de su fulgurante estrellato inmerso en una espiral creativa y de adicciones. Se habían conocido cinco años antes, en 1979, "Basquiat hizo unas postales con collages y pintarrajeadas que vendía en la calle, frente al MoMA. Un día vio a Warhol en un restaurante y entró a enseñárselas", recuerda Hofbauer.
En aquella ocasión intercambiaron algunas palabras, pero la presentación formal entre ambos la hizo su galerista, Bruno Bischofberger, en 1982. "Basquiat le pidió que le hiciera una foto y se llevó la polaroid corriendo a su estudio". En un par de horas, Jean-Michel había pintado el cuadro Dos cabezas (1982), que abre la exposición. "El lienzo estaba aún goteando de pintura cuando le pidió al asistente de Warhol que se lo hiciese llegar", cuenta Hofbauer. "Warhol seguramente miró la pintura diciéndose a sí mismo: este tipo es más rápido que yo". Ese fue el principio de una amistad que se basaba en el respeto profesional y el cariño mutuo".
La muestra parisina, que podrá verse durante todo el verano, es espectacular. Incluye 80 de los 160 lienzos que firmaron entre 1984 y 1985, además de otro centenar de documentos y objetos vinculados a ese momento. Sala tras sala, se suceden las obras maestras de vibrante energía que nos integran en el magistral despliegue icónico de Warhol y Basquiat.
Hacia el principio del recorrido se encuentran varias de las piezas con las que se origina oficialmente su colaboración, que incluía en un primer momento al pintor italiano Francesco Clemente. Entre los tres pintores pintaron una quincena de obras. Pero la química de Andy y Jean-Michel era tan fuerte que nadie podía hacerse un hueco entre ambos. A espaldas de Clemente y de su galerista, comienzan a pintar por su lado.
"Warhol era un artista consagrado. Había pasado un decenio sin que la crítica le prestara mucha atención en los años 70 y se interesaba por otros asuntos que no son la pintura", comenta Olivier Michelon, comisario también de la muestra, en referencia a su intensa vida social. "Lo que atrae a Andy Warhold de Jean-Michel Basquiat es su obra, aunque hay un contexto más amplio a tener en cuenta", matiza.
La ciudad de Nueva York está, en aquella época, vibrando con una energía artística altamente electrizante. Surge una nueva generación de jóvenes creadores entre los que están Kenny Scharf, Julian Schnabel o Robert Longo. Warhold, que "era el Instagram de la época", según Michelon, estaba al corriente de todo lo que pasaba en la ciudad y escribe en su diario: Chris Makos nos invitó a la exposición de Keith Haring. Fui hasta allí para ver qué hacía la gente joven y me dio envidia. Estos chicos están vendiéndolo todo". La colaboración de Warhol y Basquiat tiene mucho interés por parte del primero, cuya capacidad para nutrirse de autores emergentes es conocida. Pero la simbiosis es genuina. Son como dos inadaptados marginales que han encontrado su alma gemela. Ambos habían sufrido discriminación represiva. Andy, por su afeminamiento. Jean-Michel, de ascendencia haitiana y puertorriqueña, sentía de forma rutinaria el racismo.
La sociedad de consumo, los medios de comunicación, la poética urbana y las obsesiones de cada uno se infiltraban en los cuadros en forma de diálogo superpuesto y también de colisión. "Este trabajo representa dos visiones del mundo, pero lo que la convierte en una colaboración tan fantástica es que dan al espectador visiones críticas de la vida diaria", apunta Anna Karina Hofbauer. "Para mí, la cantidad de información que se acumula en los lienzos funciona casi como un algoritmo, Sucede igual que en las películas de ciencia ficción, en las que los datos van cayendo en cascada"...
Mario Canal. El Mundo. Viernes 21 de abril de 2023.
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