Ya lo hicieron antes con Mia y el león blanco (2018) -para alertar sobre la caza de leones- y con El lobo y el león (2021), dos cachorros que conviven en armonía y acabarán uno en un circo y otro como cobaya. Es verdad que resulta muy claro el mensaje a transmitir, tanto como bastante tosca su propuesta en cuanto a empaquetado visual, aún reconociendo el mérito de trabajar con animales reales, que exige entrenadores y especialistas, además de mucha paciencia para dar con el producto apetecido. Con el filme Emma y el jaguar negro, regresamos al punto de partida del discurso, esta vez sobre lo muy amenazada que está la Amazonia. La protagonista había vivido allí años atrás en una aldea de la selva, y allí se había encariñado de un jaguar negro hembra, que abandonó al trasladarse a Nueva York. Ya con 14 años sigue añorando el animal y, junto a su profesora de biología Anja -dirigida de aquella manera por Gilles de Maistre-, regresa en busca de Hope, que así llamaba al gran felino. Pasarán cosas, aparecerán unos fulanos sin escrúpulos que expolian el entorno natural, una villana tópica que quiere llevarse el bicho, una tribu impotente ante lo que ocurre a su alrededor.
No hay lugar para la sorpresa y no se necesita ser un jaguar -perdón, un lince- para imaginarse un desenlace que celebrarán los más pequeños. Recado recibido y secuencia final de una candidez que enternece, con los indígenas coreando "el pueblo unido jamás será vencido" o una cosa por el estilo.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, martes 16 de abril de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario