martes, 9 de abril de 2024

Colores con los que no soñamos

Rothko, a quien la la Fundación Louis Vuitton dedica en Paris una gran retrospectiva, dijo que en sus obras nuestra soledad se cruza con la suya. 

Me pasaba las mañanas en el MoMA, delante de aquel cuadro de Rothko. Lo miraba y en cada visita esperaba sentir lo que todos dicen sentir frente a las pinturas del artista, a sus colores fundiéndose: agua. Esperaba la reiterada sensación de sosiego; la lágrimas que los visitantes describen en el libro a la entrada de la capilla en Houston, cubierta por cuadros del artista. Pese a todo, en Texas me atraparon las telas -terminadas un par de años antes de su suicidio en febrero de 1970-, pero no sentí el esperado sosiego. Allí los cuadros parecían más sobrecogedores, un presagio de la muerte teatralizada del pintor -sin pantalones y con calcetines- que cuenta su biógrafo James Breslin en Mark Rothko (1993). "¿Quién es es tal Mark Rothko que ha matado a mi amigo?", comentó la pintora Hedda Sterne al enterarse del suicidio.

Recordaba las historias camino del aeropuerto. Pese a la quietud de la capilla ecuménica, concebida como un espacio para fomentar el crecimiento espiritual, la desazón me había vuelto a invadir. "Me gustaría aclarar a los que piensan que mis cuadros están llenos de sosiego sean amigos o meros observadores, que he sido prisionero de la más terrible violencia en cada pulgada de la superficie", explicaba Rothko. Pensamientos lúcidos de los que recogen sus escritos, La realidad del artista, (2004).

He vuelto a París, a la muestra de la Fundación Louis Vuitton, y ante los colores de Rothko me ha asaltado las emociones, pero de nuevo se me ha extraviado el sosiego, quizás porque los colores juegan estas malas -y maravillosas- pasadas. O porque Rothko persigue colores que son malabarismos, pese a todo, también a mí, como al resto de los visitantes, el juego de colores de Rothko me atrapa. Es inútil resistirse a los tonos. Hay en ellos un elemento que apela a la intimidad, al desamparo profundo y humano al cual se refiere Rothko cuando dice que en sus obras se cruza nuestra soledad y la suya, ¿Cómo narrar el mundo desde un Nueva York sumergido en la Guerra Fría, sino a través de los colores?

Los colores tienen algo de medias palabras, cosas no dichas . Lo prueba Color Amazonia de la colombiana Susane Mejía. Cada planta -cúrcuma, achiote, cudi, amacizo...-es pigmentos, saberes ancestrales, Pantone mágico de entintados y tejidos. Tal vez por eso los colores gobiernan el mundo, hasta cuando el mundo urge ser plasmado en blanco y negro. Los neorrealistas italianos -dice- retocaban con pintura la tierra de los descampados para lograr ese tono gris que la película no conseguía trasladar a los ojos. Otro cineasta, el polaco Kiéslowski, recurrió en los noventa a la bandera francesa en su Trilogía de los colores -Azul, Blanco y Rojo- para trazar en cada episodio el trastocamiento de los géneros cinematográficos.

Josep Albers planteaba su teoría de los colores como un instrumento de enseñanza del mundo en La interacción del color (1980) y el poeta Goethe volvía a ellos en un texto de 1810, porque los colores no son solo territorio de los profesionales de la visualidad -cineastas, artistas, fotógrafos, historiadores del arte...-. Al hablar del "efecto moral del color", incidía en las clásicas asociaciones de los colores fríos y cálidos con las emociones. (...) Lo explicita Michel Pastoureau en Los colores de nuestros recuerdos (2017), cada color estará asociado a una evocación que hará estallar pero, igual que ocurre con la magdalena de Proust, nos devolverá un color diferente del que fue. Además, quedan tantos tonos por inventar, por rememorar, por reconstruir...

Quizás frente a los colores todos tenemos algo de daltónicos funcionales. Los vemos y se escapan deprisa, peluches azules de la infancia o superficies de Mark Rothko en París. Se escapan nada más dejar la sala. Se han ido y otros colores invaden la retina. Ya no están los colores que estuvieron y dejan tras ellos, si acaso, la posibilidad de nombrarlos con las escasas herramientas que poseemos para hacerlo: Sin título (negro sobre gris). Son colores con los que ni siquiera soñamos. Colores que vienen desde el fondo del tiempo.

Estrella De Diego. El País, viernes 29 de marzo de 2024.

No hay comentarios:

Publicar un comentario