miércoles, 3 de abril de 2024

Una mujer contra el opio del pueblo

Animalia da la bienvenida al espectador con un conjunto de suntuosas postales que retratan una existencia tocada por el privilegio y la alienación. La protagonista, la joven Itto (magnética Oumaïma Barid), ha dejado atrás sus orígenes humildes para ingresar en la alta burguesía marroquí. Un camino a la prosperidad que, sin embargo, sitúa a esta mujer sensible y sagaz en una jaula de oro que, desde la ruralidad, remite  a la Graceland que Sofía Coppola imaginó para Priscilla (2023) o al palacio feudal que Zhang Yimou inmortalizó en La linterna roja (1991).

Atrapada en un universo tan relumbrante como opresivo, Itto encuentra una escapatoria de la mano de un misterioso incidente. De origen incierto, el acontecimiento tiene claras repercusiones naturales y sociales. Mientras se desplaza a la ciudad, en busca de su marido y su familia adoptiva, Itto comparte transporte con una mujer que exclama: "Esas luces en el cielo me recuerdan al golpe de estado de 1972", en referencia  a los "años de plomo" de la historia marroquí. Sin embargo, el mayor indicio de que se avecina un desastre recae sobre la actitud violenta que va adoptando la fauna local, de los perros callejeros a las hormigas, pasando por diferentes tipos de ave. Así, abrazando un registro alegórico similar al que puso en juego Lars von Trier en Antecristo (2009), Animalia construye una parábola sobre el desplome de una sociedad anquilosada en una serie de dogmas tradicionalistas.

La cineasta franco-marroquí Sofía Alaoui debuta en la dirección con una obra de impecable factura que reparte sus luces y sombras entre la obviedad de sus diálogos y la originalidad de su protesta visual. Del lado de la palabra, Animalia pone en boca de sus personajes una serie de réplicas que telegrafían la tesis del filme, apuntando a la hipocresía de las clases privilegiadas, a la religión como opio del pueblo y a la vulnerabilidad en la que se descubren las mujeres que osan expresarse con libertad.

Del lado de las imágenes, Animalia despliega una fascinante aproximación a diferentes enclaves del cine fantástico. Para evocar una catástrofe a gran escala, la película empieza acudiendo a un imaginario apocalíptico en el que reverberan los ecos de una crisis medioambiental. Pero luego, cuando la enajenación del mundo animal va trasladándose a los humanos, Alaoui se decanta por poner el foco en una serie de rostros alelados que remiten a las adaptaciones fílmicas de La invasión de los ladrones de cuerpos, la novela Jack Finney.

Así toma forma un conglomerado estético que presenta, como guinda del pastel, unas fugas cósmicas que no hubieran desentonado en El árbol de la vida (2011) de Malick. "Estamos inmersos en algo que no llegamos a ver", le explica un chico a la protagonista, quien conduce su periplo vital hacia una toma de conciencia sobre su condición de mujer enfrentada a las imposiciones de una sociedad patriarcal.

Manu Yáñez. El Cultural, 29-3-2024.

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