miércoles, 17 de abril de 2024

Maylis de Kerangal: la voz humana

Maylis de Kerangal

La escritora francesa, convertida con Nacimiento de un puente y Reparar a los vivos en uno de los nombres más interesantes de la literatura europea, vuelve con Canoas, libro de relatos breves que logra dar forma literaria a la voz humana. Canoas (Anagrama), reúne una novela corta y siete retratos autónomos, aunque conectados por temas como la ausencia, la pérdida o la soledad. No por casualidad, todos ellos se gestaron y fueron escritos durante el confinamiento, como confesaba a finales de febrero durante una entrevista en un salón fastuoso y algo decadente en la sede parisiense de su editorial francesa, Gallimard.

P.- En la literatura actual  no abundan los autores que favorezcan el sentido del oído por encima del de la vista, ¿Por qué escribir un libro que es, ante todo, un experimento acústico?

R.- No creo que mi caso sea único, pero es verdad que la mayoría de los escritores privilegia todo lo que es visual. Es muy importante que la literatura sea capaz de crear y transmitir imágenes, pero ese registro visual se ha vuelto todopoderoso, omnipotente y tal vez un poco arrollador. Existen otros sentidos, al margen de la vista, a los que un autor pueden recurrir.

P.- Dice que la idea de Canoas se le ocurrió durante la pandemia.

R.- Pasé el confinamiento en una casa de campo que no tenía buena cobertura. No podía hablar con mis hijos, familiares y amigos por videoconferencia como hacía todo el mundo, ya que la conexión no era buena, así que pasé semanas llamándolos por teléfono al fondo del jardín. Todo mi contacto con el exterior, durante esos meses, fueron las voces de los demás. Así surgió la idea de dar una forma acustíca a la escritura literaria, que es algo que no había hecho antes.. Tampoco había escrito cuentos ni firmado un libro en primera persona, pero me pareció que no podía seguir escribiendo como si no hubiera pasado nada, sin ningún cambio.

P.- ¿Qué le fascina de la voz humana?

R.- Siempre me ha interesado la aparición de nuestra capacidad de hablar en la prehistoria. Desde el punto de vista evolutivo, que hoy tengamos esa facultad es fruto del azar. Si nuestra laringe no hubiera caído al nivel de la quinta vértebra, hoy seríamos grandes macacos sin esa capacidad, como les sucede a los gorilas. Existen 7.500 millones de voces en el mundo y no hay dos que sean idénticas. No es casualidad que se use cada vez más el reconocimiento vocal, y no el facial para garantizar la seguridad de los pagos por internet: el gran sistema capitalista ha entendido que la voz es lo único que realmente nos distingue de nuestros semejantes.

P.- En su libro, varios personajes cambian de voz después de un hecho traumático. ¿Cómo lo explica?

R.- Nuestras voces reflejan nuestro origen geográfico y social, nuestro sexo y también nuestra edad, pero también los accidentes de la vida. Tengo una amiga que cambió de timbre y tesitura cuando perdió a su marido: su voz se volvió cavernosa, sombría, como si estuviera enterrada. Las cuerdas vocales absorben y catalizan las cosas malas que nos pasan. Los llamados espectogramas demuestran como un duelo o una emoción dolorosa cambian la voz.

P.- En uno de sus relatos escribe que hay estudios que demuestran que las voces de las mujeres se han vuelto más graves desde los años setenta.

R.- Nuestros timbres están atravesados por los cambios sociales y políticos. Para acceder al poder, las mujeres se han visto obligadas a hablar en un tono más grave, como los hombres. Y ese cambio empieza con su entrada en los lugares de poder. En nuestra evolución antropológica, las mujeres han adoptado las voces de los machos alfa de su clan. Las que se dedican a la política son un buen ejemplo: Margaret Thatcher o Ségolène Royal tomaron clases para sonar más graves. Las voces agudas siguen siendo un síntoma de histerismo como si perteneciesen  a personas que no son del todo de fiar.

P.- Al escribir sus libros recurre a los textos científicos, como si, más que una novela, fuera escribir un ensayo-

R.- Es por mi pasión documental. No tengo una formación literaria, sino de ciencias sociales: estudié Filosofía e Historia y me interesé muy pronto por la sociología, la etnología y la etnografía. Me formé intelectualmente con textos que no eran relatos de ficción, sino manuales y ensayos de especialistas. Siguen siendo herramientas esenciales en mi escritura. Cuanto más me documento para escribir mis libros, más se emancipa la ficción, más se abre ante mí un posible imaginario. Para manipular esos mundos, necesito conocerlos bien. La literatura no tiene por qué ser un lugar  en el que uno aprende algo, pero reconozco que me gusta que mis libros sean instrumentos de conocimiento. Esa fue su función mientras crecía: a los 12 o 13 años, empecé a leer con avidez para aprender cosas. mi amor por la literatura viene de ahí. (...)

P.- ¿Diría que la autoficción y otras variantes de la autobiografía están ocupando el lugar central que solía tener la novela?¿Gana terreno el testimonio literario respecto a los relatos de ficción?

R.-En la autoficción, el escritor habla al oído del lector. Es un dispositivo muy directo que, cuando se utiliza bien, puede ser extremadamente intenso; ahí están los libros de Annie Ernaux para demostrarlo. Es verdad que si la comparamos con la autoficción, la novela está perdiendo su atractivo. Pero en mi caso, por razones de temperamento, la ficción sigue siendo mi campo predilecto. En mi próximo libro, que se publicará en septiembre y hablará de la ciudad donde crecí, Le Havre, me negué a utilizar mis recuerdos o mis vivencias. Quería que fuera un libro de ficción, porque ese camino siempre me hace llegar más lejos y ser más libre. Para mí en la ficción hay algo prácticamente erótico. El trabajo de imaginación del que solía hablar Baudelaire, el hecho de conectar elementos entre sí encontrando signos que los unan, solo lo encuentro en la novela, un artefacto que permite infinitas posibilidades. La novela es el terreno literario de más alto nivel para mí, aunque se encuentre, como usted apunta, en un proceso de pérdida de su centralidad...

Álex Vicente. Babelia. El País, viernes 29 de marzo de 2024.

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