De la amistad al amor. La gran fortaleza del siglo XV que fue Ussé con sus dos torreones que aún se conservan se fue transformando a medida que cambiaban sus propietarios. Hoy sigue siendo una residencia privada y al igual que en Cheverny donde vive actualmente un marqués, aquí es un duque quien con su familia ocupa una ala del castillo cerrada a las visitas.
Es difícil escapar al encanto que emana este lugar. Incluso para los que se acercan con cierta reserva por la historia de amor "trasnochada" que encierra si la miramos con los ojos de estos tiempos del "Me too". El conjunto de las edificaciones que se abre ante un patio donde se aprecian sus dos estilos, renacimiento y clasicismo, sus tejados y múltiples clochetons/ torrecillas grises sobre el blanco de la piedra; su jardín ( Versalles en miniatura, diseñado por Le Nôtre); su emplazamiento en terrazas sobre un afluente de la Loire, configuran un decorado de ensueño, casi irreal. Por eso ya no nos sorprende cuando en uno de los torreones subiendo una escalera de caracol vamos encontrando diferentes escenas con figuras de cera que narran cómo la Bella Durmiente se despertó de su sueño cuando el príncipe la besó...
Y seguimos con el amor. Ahora por la tarde en Villandry, el paraíso de los jardines, creados por Juan el Bretón, ministro de finanzas y embajador de Francisco I en Italia. Ocupan 6 hectáreas y están repartidos en tres niveles, el jardín huerto, el jardín del agua y el jardín d'ornement/decorativo . En éste que es el más próximo al castillo, en la terraza más alta, dibujando formas geométricas con setos de boj, se despliega en cuatro tiempos, cuatro cuadrados, todo un tratado sobre el amor. L'Amour tendre, L'Amour passioné, L'Amour volage, L'Amour tragique: corazones, llamas, laberintos, abanicos, sangre simbolizan las diferentes fases del amor...
Pero no sólo de amor vive el hombre... ¡Qué bien comimos en Langeais!. Un restaurant en el centro de la pequeña ciudad con sus puertas ventanas, cortinas de flores, muebles antiguos, todo tan vintage, ya hacía presuponer una excelente comida tradicional. Sin duda la mejor del viaje: le coq au vin et la tarte tatin. Deliciosos. El chef nos despide estrechando la mano de cada uno como hizo el marqués en Cheverny.
Carmen Glez Teixeira
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