lunes, 29 de octubre de 2018

El príncipe de las vacas

Fotograma de Un héroe singular
Un joven se despierta, se despereza y se levanta de la cama, pero algo dificulta sus movimientos. Su habitación está llena de vacas, pero la intrusión no parece sorprenderle, ni alterarle el ánimo. Abriéndose paso entre los cuerpos rumiantes que ocupan el pasillo, avanza hacia la cocina, donde en compañía vacuna se tomará el primer café de la mañana hasta que el sonido del despertador aclare ante nuestros ojos esta incongruencia que el personaje no ha asumido como tal. Todo era un sueño: durante el verdadero despertar, el muchacho se acerca a la ventana, descorre las cortinas y contempla a las vacas de su granja pastando en el exterior. 
Un arranque tan elegantemente anómalo abre una película que también se descubre como grata anomalía. Debut en la dirección de Hubert Charuel también coguionista, Un héroe singular se aparta de la tradicional alabanza de aldea y menosprecio de corte de cierto cine francés tendente a la idealización rural para proponer un extraño cruce genérico, donde la minuciosa observación realista habilita un considerable espacio para las gratificaciones narrativas del suspense. 
Rodada en el granja familiar del director, la película adopta el punto de vista de su protagonista. Pierre, un joven ganadero que asume su labor diaria anteponiendo el afecto (por sus animales) a la productividad. El avance de una enfermedad anunciado por los vídeos de YouTube que cuelga en la Red un ganadero belga arruinado, dispara la señal de alarma: Pierre sabe que una sola vaca enferma pondrá en marcha el protocolo de seguridad de las autoridades sanitarias, que implicaría el sacrificio de todas sus reses. 
Un héroe singular acaba siendo la historia de una desesperante huída hacia adelante para salvar lo condenado. Valiente y precisa en su juego de tonos, antisentimental e implacable, esta sorpresa encuentra su voz propia sin afectaciones.
J.C. El País, viernes 12 de octubre de 2018.

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