'La entrada del puerto de Marsella, 1911, de Paul Signac. |
El recorrido se abre con paisajes que aún no dejan ver el mar de Joaquín Torres García, un uruguayo que desarrolló parte de su obra en Cataluña, para dar paso a Pinazo, uno de los primeros españoles que mostró una playa, subraya Pablo Jiménez Burillo, comisario de Redescubriendo el Mediterráneo junto a Marie-Paule Vial. La parte española ofrece distintas caras. Las playas de Valencia estallan en luz y alegría porque en ellas se desarrolla la vida, sea por trabajar o por placer, con niños, mujeres y pescadores. Junto a obras de Sorolla como ¡Al agua! y Clotilde y Elena en las rocas, en las que parece oírse el mar, llama la atención Bajo la sombrilla, con un enorme y anaranjado quitasol de Masriera.
Más al norte los pintores catalanes del noucentisme enraizan sus pinturas a una entidad nacional, "una arcadia con estereotipos, como los desnudos de mujeres de Joaquín Sunyer, que las identifica con la naturaleza, apunta Jiménez Burillo. Un tema que se prolonga en un temprano dalí, Bañistas de Es Llaner (1923). La tercera escala es la isla de Mallorca, donde hubo un estilo "con mayor influencia simbolista, más colorista". Y más cercano a la abstracción es la parte francesa de la muestra.
El Mediterráneo galo arranca en París porque, como se explica, gracias a la expansión del ferrocarril los artistas pudieron llegar a la costa. "En esta caso es el descubrimiento de un paisaje casi virgen". El lugar para los colores puros de Monet, o el Renoir con Les Colletes, óleo en el que la mujer representada y los árboles se asemejan, combados. De maestros del impresionismo al divisionismo de Paul Signac, con cuadros con aspecto de mosaico por su pincelada teselada, como un hipnótico puerto de Marsella. Las estrellas se suceden, Cézanne y "una de las obras que ha sido más difícil de traer" , apunta Vial, Las caravanas. Campamento gitano cerca de Arlés, de Van Gogh, con los acostumbrados amarillos del neerlandés. Vial repasa algunos de los más de 70 prestadores para la ocasión: el Museo d'Orsay, el Georges Pompidou, el Reina Sofía, el Museo Picasso de París, y coleccionistas particulares. Han sido más de dos años de preparativos. El pequeño pueblo pesquero de L'Estaque estuvo en el foco de varios artistas. En el caso de Georges Braque se convirtió en una serie, en 1906. Otro de los imanes es la fiesta de luz de La terraza soleada, de Bonnard. De este calor, la exposición se torna más melancólica en la orilla italiana.
Manuel Morales. Madrid. El País, sábado 6 de octubre de 2018
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