Fotograma de Climax |
La historia, se nos informa, está basada en hechos reales acaecidos en los años 90, y nos muestra una veintena de bailarines de danza urbana reunidos en un edificio aislado en medio de la nieve, que, tras un último ensayo -que vemos en una increíble escena de danza inicial que por sí sola ya justifica el visionado del filme- se lanzan a una celebración que pronto se les va de las manos al ser la bebida adulterada con algún tipo de droga.
El filme en el que la música y el baile no cesan en prácticamente ningún momento, evoluciona de película de danza al género quasi de terror sin apenas respiro. Los referentes están claros desde el inicio, en el cual, enmarcando un monitor donde se suceden entrevistas a los bailarines, se halla un compendio de libros y películas que incluyen, entre otros, Suspiria, de Dario Argento; La posesión, de Andrzej Zulawski, o el Saló de Pasolini.
Climax es una película que fascina e incomoda a un tiempo. La cámara danza a la par de esos cuerpos hermosos que bailan entre lo hipnótico y lo brutal, les sigue en largos planos de secuencia, se distancia y nos muestra sus piruetas en un cenital absoluto, y finalmente opta por romper las propias leyes de la gravedad y se vuelve "del revés", en una somatización absoluta con las vivencias de estos seres, empujando al espectador a zambullirse en un mal viaje en el cual se esfuman las inhibiciones, caen las máscaras y los instintos prevalecen.
Música electrónica, baile y claustrofobia. Un Gaspar Noé desatado y en estado puro con todas sus obsesiones volando libres.
Sabela Pillado. La Voz de Galicia, jueves 19 de octubre de 2018.
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