domingo, 18 de noviembre de 2018

Todo el mundo es bueno

En el año 2011, en unas jornadas organizadas por el Colegio de Doctores y Licenciados de Cataluña en la Seu d'Urgell, Alejandro Tiana, actual secretario de Estado de Educación, nos dijo, para ponernos al día, que algunos profesores están representando a Hamlet y andan tan metidos en su papel que no se dan cuenta de que les han cambiado el decorado a sus espaldas y que ahora en lugar del castillo de Elsinor tienen un McDonalds. Estas dos imágenes son importantes porque nos indican un radical vaciado de algo que fue importante y su sustitución por otra cosa cuyo contenido no es fácil de definir.
Ese mismo año, Alessandro Baricco se preguntaba en la Leopolda de Florencia: "¿En que nos hemos equivocado?". La voluntad de trabajar en defensa de los desfavorecidos es un espléndido punto de partida, pero estos no se defienden fomentando la mediocridad y el miedo al riesgo. "Lo mejor que se puede hacer por los débiles es concederles un sistema dinámico, no un sistema garantista. Un sistema garantista, paraliza un país, paraliza el conocimiento, paraliza el entusiasmo, la esperanza, las posibilidades de cambio. No permite la movilidad social, encadena la capacidad, es un sistema asfixiante".  Tampoco, añadía, "hemos sabido pronunciar las palabras que se correspondían con el nombre de las cosas". La izquierda no ha sido capaz de pronunciar la palabra meritocracia, pero no ha sabido hallar una palabra alternativa, "por lo que no hemos hecho aquello a lo que la palabra corresponde".
Entre Tiana y Baricco parece moverse la voz del conocimiento en la socialdemocracia. No dudo que las diferentes propuestas están guiadas por las mejores intenciones. Lo mismo pienso cuando escucho a la ministra de Educación, Isabel Celaá anunciar que se otorgará el título de bachillerato a los que "tengan una asignatura no del todo satisfactoriamente aprobada", para hacer "un gran favor a los alumnos" y no rebajarles la autoestima...
La posibilidad de que la escuela esté actuando como una factoría de producción  en serie de diferencias sociales y de que todo aprobado sea un robo al que suspende fue formulada de forma precisa en un libro de Pierre Bourdieu y Basil Bernstein, Knowledge and Control  (1971), cuya introducción estaba escrita por un joven licenciado en sociología llamado Michael Young. Pocos libros han tenido una mayor  influencia que éste en las facultades de pedagogía y en la conformación de la imaginación pedagógica de la socialdemocracia moderna.  The Wall, de Pink Floyd es su banda sonora.
Han pasado los años. Han muerto Bernstein y Bourdieu. Y Young, que parecía destinado a ser su heredero, es profesor emérito del Instituto de Educación de la Universidad de Londres y ha cambiado radicalmente de parecer sobre el papel del conocimiento y la escuela. Hoy defiende que ni se debe trivializar el papel del conocimiento ni confundir conocimiento con experiencia; que los alumnos, especialmente los pobres, necesitan muchos conocimientos y que la mejor forma de adquirirlos  es a través de las disciplinas tradicionales. Donde antes hablaba del "conocimiento de los poderosos" ahora habla del "conocimiento poderoso"...La obligación de la escuela, defiende Young, es enseñar lo que los niños pobres no pueden aprender en otros lugares: el conocimiento que los capacite para generalizar, formar conceptos y comprender cómo funciona el mundo (y quizá cambiarlo)...No podemos hacer a las nuevas generaciones ignorantes del enorme capital de saber acumulado que tienen a su disposición , ni educarlas como si no fueran responsables de su transmisión. Cuando le preguntan a Young qué le hizo cambiar de opinión, responde siempre lo mismo: "Convertirme en padre". A mí me pasó lo mismo...
Gregorio Luri. El Mundo. jueves 15 de noviembre de 2018 

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