domingo, 4 de noviembre de 2018

Nuevas miradas sobre París

París siempre ha tenido una presencia constante en la ya larga vida de Leer y tejer. En las 1.518  entradas con las que cuenta hoy, me atrevo a asegurar que París, no solo por el número de reseñas dedicadas  a la ciudad bajo la etiqueta de "cuadernos de viaje"(cómputo pendiente por hacer), sino también, porque de alguna manera, en los espacios dedicados al cine, al arte, , la literatura, o a mis impresiones, en muchos de ellos se asoma o se esconde París. De unos meses a hoy, nuevas miradas sobre la ciudad me fueron llegando a través de los ojos de algunos viajeros que me envían sus fotos,  de algunos libros de reciente lectura, de los artículos que selecciono para alimentar el blog y por supuesto del día que pasamos en París  al final del viaje a la Loire.

Como he contado en la entrada del 29 de julio de este año: Ce que tu aimes le plus à Paris, fué a través de los ojos de la lectora del curso pasado, M.G.  cómo rehice el trayecto  desde la Sainte Chapelle , le Quartier Latin, la Seine.... , mi "esencia de París". Entre las fotos que me envió, encuentro ahora una de un lugar que no conocía: Ladurée, un salón de té de los Campos Elíseos de 1997  que recrea el ambiente de la misma firma de la Rue Royale de 1862. A los Campos Elíseos fue precisamente a donde nos dirigimos en nuestra tarde noche del 3 de octubre después de una cena a bordo de un bateau-mouche que me ofreció una de las imágenes más bellas de un atardecer en París: la Tour Eiffel y la Estatua de la Libertad, hermanadas sobre el Sena. Es cierto que mi mirada es ahora diferente después de mis dos recientes viajes a Nueva York, la razón por la que me agrada tanto la conjunción de las dos.  En los Campos Elíseos se encuentra el Lido, el lugar elegido por la organización del viaje para nuestra soirée. Era mi primera vez en un cabaret  cuyo espectáculo, cuidado, elegante con alusiones a la historia de París me sorprendió gratamente. Estábamos alojados en un ibis de Quercy, justo enfrente de la famosa Biblioteca de Francia. Por la mañana, mientras esperábamos al resto del grupo a las puertas del hotel pensé cómo cambia la percepción de las cosas. Fuí una entusiasta admiradora de esta Biblioteca y del presidente que impulsó el proyecto, François Mitterand. Llevaba a los grupos de alumnos y con mis explicaciones buscaba acrecentar su admiración por este espacio en el que ahora no encuentro ninguna belleza y veo extraño en el conjunto de París. Ya en el autobús en una luminosa mañana de otoño que me depara un París de ensueño visto a través de un finisima cortina tr.ansparente que forman los árboles todavía con hojas, tamizadas por el sol. De la rive droite a la rive gauche  cruzando algunos puentes, de una a otra orilla, el autobús, obligado a detenerse por el tráfico en algunos puntos nos ofrece  un paseo  clásico por el centro de París hasta la hora del almuerzo antes de conducirnos al aeropuerto donde el viaje toca a su fin. Cautivada de nuevo por la ciudad pero consciente de que hay otras nuevas miradas no tan idílicas como la que presento hoy.

Había prometido a un antiguo lector del instituto J.B. con el que tuve una muy buena relación, hoy profesor en un collège de la banlieue de París que nos veríamos en mi paso por la ciudad. Tuve que renunciar a ello debido a lo cargado del programa. Para compensar el no haber podido vernos nos hemos escrito en estos días pasados. Y nos hemos despedido con la promesa de enseñarme los secretos de su París. Su relato sobre su vida de profesor en Clichy -Sous-Bois,  un barrio sensible,  me hizo recodar lo que se oculta tras ese decorado de postal de este último viaje a París. O el París de L'art de perdre de Alice Zeniter que reservo para otro dia. 

Carmen Glez Teixeira

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