jueves, 29 de noviembre de 2018

Una vieja historia

Jonathan Littell
Una zambullida en agua clara de piscina inicia el itinerario de cada capítulo. La nueva novela de Jonathan Littell -Una vieja historia (Galaxia Gutenberg), la primera en 12 años tras Las benévolas- necesita en cada recomienzo un baño de pureza para enfangarse en siete viajes al fondo de las neurosis individuales y colectivas que asolan al mundo contemporáneo. Lo encara al ritmo de unos buenos largos donde se cruzan la familia, el sexo, la soledad, la guerra, el abuso...
Puede parecer una distopía escrita con la maña puntillosa de Marcel Proust. Pero no lo es, dice Littell:"Para mí se trata de una descripción ajustada de la realidad", asegura. Además, "¿quién necesita distopías cuando la realidad es más horrible de lo que se te pueda ocurrir?", asegura. ¿Y si la describimos como una pesadilla urdida con los fantasmas del lenguaje?"Tampoco", dice. Luego vuelve a insistir: "He tratado de levantar un reflejo de las vidas que llevamos, aunque no de manera naturalista, sino con las percepciones que cada uno de nosotros pueda tener". 
Conversar con Jonathan Littell es más o menos como jugar al frontón. Donde uno ve gaviotas, el quiere convencerte de que son buitres. "Es tu visión", comenta. "Yo no lo veo así, necesariamente..." Son frases que intercala en su estrategia volcada hacia el despiste permanente o el enigma. Después de desmontar las preguntas nacidas de una esforzada lectura, sonríe o se frota la cara. Quizá por falta de sueño, puede también que le ronde un resfriado o, sencillamente, porque le revientan las entrevistas, la promoción, la insoportable perspectiva de sacarse una foto: "No sé por qué necesitáis una cada vez", protesta.
Pudo ser una estrella de la literatura, pero él sólo quiere que le consideren escritor, cineasta, creador en suma. Y que le dejen en paz. Ganó el Goncourt  con Las benévolas, que fue el gran fenómeno literario en 2006, y ni siquiera se presentó a recogerlo. Vive tranquilamente en Barcelona, donde se desenvuelve en catalán y en castellano lo mismo que escribe en francés o en inglés sin traumas de desapego u obsesión por cuál de ambas lenguas considera primigenia o materna.
Nació en Nueva York (1967), pero pronto lo sacaron de allí para emprender un camino errante con su familia, propio de sus antepasados judíos lituanos. Se educó en francés y desde muy joven  saltó a la trinchera de la cooperación internacional en terrenos como Chechenia, diversos lugares de África, Siria o Afganistán... Comenzó con la ciencia-ficción  (Bad Voltage) y hasta ahora con 51 años, ha firmado tres novelas y algunos ensayos como Lo seco y lo húmedo, donde persigue el rastro del nazi León Degrelle o aborda pasiones artísticas, caso de Francis Bacon...
Jesús Ruíz Montilla. Babelia . El País, sábado 3 de noviembre de 2018

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