El 1 de mayo en París tuvo tres colores: el rojo de los sindicatos, el amarillo de los chalecos que protestan desde noviembre y el negro de los ultraizquierdistas del black bloc. Hubo incidentes aunque el impresionante despliegue policial impidió que la situación degenerara. Con todo, a las 19.00 horas, la policía anunciaba 380 detenidos.
La jornada empezó muy mal. Una hora antes del arranque de la manifestación sindical, cientos de black blocs encapuchados se enfrentaron a la policía. Cargas y gas lacrimógeno contra piedras y botellas.
La Rotonda, en el boulevard de Montparnasse, la brasserie donde Emmanuel Macron celebró su victoria en la primera vuelta, merecía especial protección. Es el típico objetivo de los radicales que no pueden acercarse a ningún edificio oficial.
Pareció que la manifestación sindical iba a tener que ser abortada. Se desincharon los globos rojos y el secretario de la CGT, Philippe Martínez, fue sacado del cortejo.
A las 15:30, con la normalidad recuperada y la manifestación en marcha, Martínez visiblemente enfadado, acusaba al Gobierno: "La policía ha cargado contra la CGT, es un hecho grave. Hay un problema: el ministro del Interior y el prefecto". El ministerio niega los hechos.
Martínez hablaba detrás de la pancarta que debía marcar el arranque del cortejo, rodeado de estandartes rojos del sindicato. Se admitieron periodistas dentro de la zona de seguridad que sindicalistas veteranos, casco en la cintura, marcan con una cuerda gruesa...
Los chalecos habían anunciado para este 1 de mayo "un acto final". Aunque ya hay convocatorias para próximos sábados, tras 24 semanas, el cansancio es evidente.
De ahí la significación de que se sumaran a la manifestación sindical por excelencia. Los sindicatos han estado fuera de juego durante toda la protesta e intentan movilizar a su militancia de cara a afrontar las reformas de pensiones y función pública...
Iñaki Gil. París. Corresponsal. El Mundo, jueves 2 de mayo de 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario