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Clara Campoamor |
Leo el ensayo de Ana María Iglesia La revolución de las flâneuses mientras viajo por Italia. En Italia no hace falta buscar mucho para encontrar rincones hermosos: la belleza en este país es una constante. Cada paseo por una ciudad regala momentos conmovedores en los que la realidad se suspende por unos segundos y nada me perturba, como si un foco iluminara el objeto de belleza y todo lo demás desapareciera. Leo el ensayo de Iglesia de trayecto en trayecto y contrasto mi realidad con lo que ella cuenta magistralmente en sus páginas. En ellas me encuentro con mujeres que quieren viajar y a las que no se lo permiten, que quieren pasear solas por la ciudad sin compañía masculina o sin deberes y tampoco pueden, mujeres que al ocupar la calle son tratadas como prostitutas, algunas lo son porque no tienen más remedio, me encuentro también con mujeres que quieren ocupar la tribuna pública, política, pero que acaban disfrazándose de hombres para poder hacerlo, mujeres que se atreven y pagan un alto precio por ello. Son Marie Bashkirtseff, Emilia Pardo Bazán, Flora Tristán, Luisa Carnés, Clara Campoamor, Las Sinsombrero y un largo etcétera. Ellas quisieron reivindicar los mismos derechos que el flâneur: el hombre que tiene derecho a la ciudad a transitar por ella sin ser molestado, a observar sin ser visto ni cuestionado y, también , a tomar la palabra en público. La flâneuse es la mujer que lucha por ello y no siempre lo consigue.
Yo he viajado y viajo sola, y sola paseo a veces por la ciudad, tomo la palabra en público e incomodo con ella, no tengo necesidad de esconderme detrás de un disfraz masculino para ocupar el espacio que me corresponde. Soy una flâneuse. Y lo soy gracias a esas mujeres que comenzaron hace más de cien años a reivindicarse como sujetos críticos dentro de la esfera pública y empezaron a entender la escritura fuera del ámbito de lo íntimo como una forma de intervención social, de puesta en escena del yo y, por qué no, como una forma de transgresión", señala Iglesia. Ellas fueron insumisas e incómodas, y desde esa rebeldía contribuyeron al reforzamiento de la sociedad civil con una postura feminista: la mujer tenía el mismo derecho que el hombre al espacio público, también a la palabra pública...
"Debemos ser y seguir siendo paseantes incómodas", propone Ana María Iglesia. Yo ni quiero ni puedo ser otra cosa.
Edurne Portela. El País, domingo 12 de mayo de 2019
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