lunes, 6 de mayo de 2019

El vértigo de lo desconocido

Fotograma de En buenas manos
La película definitiva en materia de adopción en país propio, al menos por lo que abarca. Y también por su ternura, su complejidad y una ambición bien arropada por un cálido disfraz de sencillez. Es la francesa En buenas manos, segundo largometraje de la también actriz Jeanne Herry, que ha compuesto un relato que suena desmesurado por su amplitud y que, sin embargo se ve con la placidez del humanismo y la congoja de la posible derrota.
Con guión en solitario de la propia Herry, documentado sin que en su representación suene a protocolo de actuación, En buenas manos engloba todo el proceso de adopción de un bebé, desde su nacimiento, con meridianas descripciones de todos los intervinientes, que se van sumando como la necesaria cadena humana que vigila cada paso, y lucha al fin, por el bien del niño: la joven madre natural, que, por circunstancias personales y sociales, ha ocultado su embarazo y acude al hospital a parir y entregar su hijo; la doctora y una enfermera del hospital, las asistentes sociales que se encargan del bebé; el padre de acogida y su familia , y la persona que, entre distintos candidatos, se va a hacer cargo del niño, quizá para el resto de su vida. El sector público como un ente que se hace palpable en profesionales de carne y hueso y la simple y llana gente, que sueña, que sufre, que goza. El vértigo de lo desconocido.
Herry se las arregla para, independientemente del proceso, describir algunas de las vidas privadas de los intervinientes . Y todo en menos de dos horas. Un triunfo. Además, esquivando los clichés y saliéndose en tres aspectos de la línea de lo que se entiende por convencional en estos casos: la procedencia social de la madre natural y su actitud ante el bebé; la inclusión de familias monoparentales; y el personaje del padre de acogida, marido de una mujer trabajadora que contribuye casi exclusivamente a la holgada economía familiar, mientras el cuida del hogar, en un papel que, por desgracia, suele corresponder a la esposa.
En buenas manos solo apunta un borrón cuando, en el epílogo, Herry añade un nuevo personaje y pretende un más difícil todavía: la cuadratura del círculo. Pero es apenas un desliz en una película muy redonda, que utiliza la banda sonora únicamente en las transiciones, y que tiene la suficiente delicadeza y la pausa necesaria para ofrecer hermosísimos planos del verdadero protagonista de la historia: el recién nacido.
Javier Ocaña. El País, viernes 3 de mayo de 2019.

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