domingo, 19 de mayo de 2019

Querida Europa

Querida Europa:
 O quizá debiera decir mi pobre Europa. Te tuteo, porque nos conocemos íntimamente, tú, mi vieja amante, y yo, hijo de Estrasburgo, tu capital sentimental. Crecí al borde del Rin y nunca soy tan feliz como cuando circulo por las autopistas o voy en los trenes que vetean tu territorio. Las curvas de tus ríos, de tus costas y de tus montañas; la majestad de tus ciudades y de tus campos, la riqueza de tus culturas y el encanto de tus lenguas: querida Europa, sigues siendo el objeto de mi deseo. No he olvidado todo lo que nos has aportado, la paz y la prosperidad, después de la última vez que tus hijos se mataron entre ellos, hace 75 años.
Pero ¿qué han fecho contigo? "Ellos", los políticos timoratos que dirigen -o quieren dirigir- tus pequeñas naciones desde hace 20 años. "Ellos", que te agobian con todo tipo de males además de haberte construido frígida e inestable, alguien torpe y sin rostro, para que te convirtieras en el chivo expiatorio de sus cobardías y de sus hipocresías.
Pobre Europa estás irreconocible. A tí, la diosa elegante, te han desfigurado como a una hidra de seis cabezas (una preside el Consejo de la Unión y cambia cada seis meses, la segunda dirige la Comisión, la tercera el Consejo Europeo, la cuarta el Parlamento Europeo, la quinta el Banco Central Europeo y la sexta el Eurogrupo). ¿Cómo identificarse con semejante monstruo? ¿Cómo entender su metabolismo? En Bruselas y Estrasburgo te han edificado palacios funcionales. Sus fachadas son lisas, sus arquitecturas frías: el conjunto es feo y descarnado.
No han querido dotar de identidad a tus billetes. En lugar de grabar en ellos las efigies de tus genios, Dante, Goethe, Mozart o Picasso, han preferido puentes, arcos y ventanas dibujados por ordenador. Hubieran podido invitar a tus ciudadanos a pronunciarse acerca de sus ilustraciones. No han sabido tampoco contar tu historia, ni celebrar tu herencia (que no se han atrevido a definir), la matriz greco-latina y judeo-cristiana (y musulmana en las penínsulas Ibérica y Balcánica, más discutible, estoy de acuerdo, en los países sometidos al imperio otomano durante siglos) y la gran aventura del Renacimiento y el humanismo, ni denunciar tus mortíferos antagonismos ni tus pasados crímenes, el fascismo, el comunismo y el colonialismo. 
No han querido transmitir a las generaciones futuras sus tradiciones compartidas, solamente palabras vacías y fórmulas vagas...
Así es como, querida Europa, te abandonaron en medio del vacío ... El cuadro es oscuro, pero estoy amargado, no se me pasa la rabia contra aquellos que han querido de tí ese chisme insípido y sin alma, esa cosa sin historia y sin rostro, esa nave sin rumbo ni timón, a merced de las corrientes. Milan Kundera, en tiempos de la Guerra Fría, escribió que el verdadero europeo tenía nostalgia de Europa. Hoy, desgraciadamente, suscribo esa definición.
Olivier Guez, periodista y escritor. El País, miércoles 8 de mayo de 2019. 

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