Benjamin Biolay |
La Fórmula 1 ("un deporte en el que está todo lo formidable y lo horroroso de la vida") como telón de fondo para un álbum que es casi un acto de fe: "Se pensó en posponer el lanzamiento pero me negué. Si todo el mundo retrasa todo, teniendo en cuenta que los poderes públicos están no se sabe dónde y haciendo no se sabe qué, nos quedamos parados. Si no asumimos el riesgo de vivir, ¿qué sentido tiene?". . El álbum se desenvuelve, como es costumbre en Biolay, entre la melancolía de las letras y esa invitación permanente al baile. "Soy muy nostálgico, pero también me gusta bailar, reírme, la luz, el sur, el mar. No vivo en la penumbra aunque a veces escriba cosas tristes". Cuando se le pregunta por esa cosa de gran letrista, herencia de la tradición francesa de genios como Aznavour, Brassens o Nougaro, responde que por supuesto los venera, pero que su ídolo es Lennon. Y añade Morrissey.
En sus inicios, a Biolay le colgaron el sambenito de nuevo representante de la chanson francesa, pero el reconoce sin tapujos su inclinación por los sonidos de Nueva York y Manchester. En este disco se revela como un verdadero crooner de voz grave. "Mi voz está tan presente porque, con tanta guitarra eléctrica, o cantas en primer plano o no funciona. En todos los grupos ingleses o americanos que me gustan, como Aretic, Monkeys o The Strokes, el cantante es crooner de voz grave". Conocido por no callarse sus opiniones, ha sido calificado como un artista tan poético como político. "Cuando uno es cantante más le vale cerrar el pico. Pero aunque no sea algo que necesariamente se refleje en mis letras, soy muy político. Ahora bien mi responsabilidad como artista o personaje público es cero"...
Blanca Lacasa, Icon, 4 de julio de 2020.
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