sábado, 11 de julio de 2020

Nostalgia de Arlès

Hay ciudades pequeñas que custodian varias capas de historia con mayúsculas. Estratos de diferentes épocas que dejaron sedimento en un mismo suelo, mientras la vida contemporánea continúa. Un ejemplo es la soleada Arlés en la Provenza francesa, que nos trae a la mente loa girasoles de Van Gogh y los retratos de les arlésiennes/ las arlesianas de Picasso. Pero en esta ciudad en las bocas del Ródano hay mucho más, antes y después de la oreja de Vincent y la admiración hacia Pablo. 
Con algo más de 50.000 habitantes, Arlés se ha convertido desde hace unos años en el motor artístico estival de la región, que arranca esta temporada con casi todo suspendido por la precaución que nos deja la covid-19. No obstante, su fulgor amarillo-sol no se apaga y probablemente se vuelva aún más amable con menos afluencia de visitantes, en este extraño julio sin apenas vernissages. Hablamos de lo que normalmente ocurre cada primera semana del mes de julio desde hace 50 años en las calles peatonales de Arlés, con la inauguración  del gran encuentro de la fotografía mundial Les Rencontres de Arlés, que concita la atencíón de artistas visuales de todas las geografías y que desde su primera edición en 1970 no había sufrido jamás una cancelación hasta este año.
Hay antiguas nostalgias en Arlés. El anfiteatro romano data del siglo I: su planta circular aún domina el centro turístico y sigue en funcionamiento como arena para espectáculos de tauromaquia. Entre otras construcciones del Imperio Romano, el Théâtre Antique continúa ofreciendo las virtudes del escenario y las gradas al aire libre; las murallas circundan la ciudad vieja: las termas de Constantin,del siglo IV, enmarcan un agradable rincón próximo al río; también se puede entrar en las galerías subterráneas del viejo foro o al parque de la gran necrópolis romana y medieval de Les Alyscamps. Todos estos monumentos junto con la iglesia  y el claustro gótico de Saint Trophime, construidos en el siglo XII y XIV , figuran en la lista del patrimonio mundial de la Unesco.
Luego está el Ródano, que es un río imponente, navegable y que a la altura de esta localidad dibuja un codo muy marcado, por lo que la superficie de agua parece ensancharse  y rodear las callejuelas de altos plátanos en torno a la terraza que comparten  la librería de la prestigiosa editorial  Actes Sud  y el cine Le Méjan (reabierto el 22 de junio) parada impostergable para disfrutar de un pastís (el anís de la cercana Marsella ) o de una buena película ...o de ambas cosas.
Van Gogh era el tipo holandés que soportaba de mala gana el gris-mar del Norte de los paisajes de su infancia, pero había abrevado en la tradición de la pintura neerlandesa y en sus colores apagados. Cuando su hermano Theo lo animó a pintar y dejar de desperdiciar su tiempo en otros trabajos, decidió también sostenerlo económicamente, y ambos se mudaron a París. Desde Montmartre, el camino natural fue al sur, la luz provenzal y las barquitas hacia el Mediterráneo. En esa ruta Van Gogh descubrió Arlés, y allí se estableció en 1888, en una casa amarilla (el color que teñía toda la ciudad) que quiso convertir en residencia de artistas. Pero a la Casa Amarilla de la Place Lamartine solo se acercó Paul Gauguin, y vivió allí apenas unos meses, hasta que se pelearon. Entonces vino la noche del 23 al 24 de diciembre, cuando apesadumbrado por la disputa y, según parece después de leer una carta de Theo en la que le anunciaba su boda, se cortó el lóbulo de la oreja izquierda y se lo hizo llegar a una chica de la que estaba enamorado, que trabajaba en un prostíbulo (hay quien dice que su oficio allí era el de limpiadora). Aún es posible hacer ese paseo hasta la Maison de Tolérance, número 1, y frente a la ventana con postigos de madera imaginar a aquella mujer sin saber qué hacer con ese trozo de carne envuelto en papel de diario.
A partir de entonces, Van Gogh pasó por ingresos psiquiátricos y ya no dejó de pintar en colores vivos. De Arlés vienen los característicos girasoles, su habitación, el hospital, la noche estrellada y los paisajes en torno a la Camarga, esa zona de humedales del delta del Ródano. Actualmente, es posible visitar exposiciones en lo que fue su asilo, hoy L'Espace Van Gogh, pleno de jardines con flores. También resulta interesante lo que muestra la Fundación Van Gogh, en un moderno edificio que rinde tributo a un exvecino poco convencional.
Además de amarilla, Arlés es húmeda. El agua del delta y el gran lecho del río se dejan sentir en cada sosegado paseo estival. Sin embargo, la placidez provinciana se está viendo sobresaltada en los últimos años por la llegada de la inversión extranjera y, con ella, de las celebridades que la pisan  desde la remodelación urbanística y su apuesta por los brillos de la industria cultural. Así, unas viejas naves industriales dieron lugar al Parc des Ateliers, epicentro de la actividad expositiva de Les Rencontres del Photographie el gran proyecto de Luma que emplaza en ese baldío un gran edificio espejado de Frank Gehry. El proyecto de la Fundación Luma para esas siete hectáreas da forma a otra de esas capas de historia superpuesta de Arlés. Ahora, el edificio plateado de ángulos agudos, que albergará el centro de recursos artísticos del Parc des Ateliers, se eleva sobre el rudo perfil del anfiteatro. Para 2020 estaban previstos los fastos de inauguración, que seguramente se trasladarán a la primavera de 2021, porque el invierno aquí es ventoso y frió, y los únicos valientes que pueblan la ciudad son los estudiantes de la École Nationale Supérieure de la Photografie, la única escuela dedicada a la fotografía en Francia.

Analía Iglesias. El Viajero. El País, viernes 3 de julio de 2020.  

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