Violette Leduc |
En la Francia de posguerra, la editorial Gallimard amputó las primeras 50 páginas de Ravages/Estragos por "escandalosas": narraba el amor y el despertar sexual de dos colegialas en un internado. Demasiado explícita, demasiado lésbica, demasiado real (una de ellas era el claro alter ego de Leduc). Al editor no le importó su dimensión poética, sensual y psicológica. Fue censurada. Hasta que, alentada por Simone de Beauvoir, Leduc recuperó parte del texto en La bastarda y, 10 años después, en 1966, publicó la otra parte en la autobiográfica Thérèse et Isabelle. Habría que esperar hasta el año 2000 para que Gallinard editara el texto íntegro; en España, Mármara Ediciones la tradujo en 2015.
A Leduc, el éxito le llegó tarde, a los 57 años, con La bastarda, que fue finalista del premio Goncourt, con un largo prólogo de su protectora (y amada) Simone de Beauvoir. Leduc evocó ese amor no correspondido por Beauvoir, la obsesión y la pasión, el ansia y el desgarro, en el largo poema en prosa L'Affamée/La Hambrienta (1948) no traducido al castellano. Leduc cayó en un ostracismo literario. Su estilo es complejo, con un lenguaje duro, seco y directo que tiene que ver con la vida difícil que tuvo. Aunque en Francia se la reivindica, aquí se ha traducido muy poco y sus libros son muy difíciles de encontrar, explica Blanca Cambronera, editora de Capitán Swing, que recupera ahora La bastarda. En España solo existía una descatalogada edición de Edhasa de 1984...
En su reciente ensayo Mujeres extraordinarias, Lucía Etxebarría menciona a Leduc:"Es una de las pioneras del género de autoficción que es, por otra parte, un género netamente francés...Me parece que estamos en el mejor momento para entender a una escritora que fue una adelantada a su época". ...
Junto a Beauvoir, Albert Camus fue el primero en reconocer el potencial de Leduc y publicó su ópera prima, L'Asphixie (1946), en la colección Espoir. Su primera frase ya forma parte de la historia de la literatura francesa y es como un homenaje a El extranjero del propio Camus:"Mi madre nunca me dio la mano". Esa soledad y ese desamparo de la niñez los arrastraría toda su vida. "Soy un desierto que monologa" le escribió a Beauvoir. Monólogos que esculpió a fuego en sus novelas.
Vanessa Graell.Barcelona. El Mundo, 17 de junio de 2020
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