Fotograma de Habitación 212 |
Con el cantante Benjamin Bolay y la actriz Chiara Mastroianni como pareja protagonista, la película arranca con una secuencia muy divertida que sintetiza de maravilla los desvelos de una mujer madura que no puede evitar sentir atracción por hombres jóvenes. Después de una discusión con su marido, la mujer se instala en un hotel situado en la puerta de enfrente de su casa para pasar una noche enfrentándose a sus demonios. Como espectros del pasado reaparece su propio marido a los 25 años cuando lo conoció, resultándole mucho más atractivo que el cincuentón con el que convive, la profesora de piano de la que éste se enamoró en su adolescencia o el mismísimo Charles Aznavour como representante de su "voluntad". Lejos de un tono grave, Honoré pone a sus personajes a discutir consigo mismo cuando eran más jóvenes y a arreglar cuentas con las personas que forman parte de su pasado.
Mastronianni interpreta con retranca a una mujer que se resiste a envejecer, pero no queda muy claro si el personaje de Biolay es tonto o le está tomando el pelo. Entre las escenas oníricas de David Lynch y el sainete, el juego de fantasmas que propone Honoré es ingenioso y propone situaciones potencialmente interesantes. El problema de la película es que falta desarrollo, y detalles sobre la relación matrimonial para que nos resulte más creíble. Comprendemos e incluso empatizamos con la promiscua protagonista pero el afecto y la emoción real entre el matrimonio brilla por su ausencia. Uno no tiene jamás ni idea cómo puede ser que hayan pasado dos décadas juntos ni lo que ha pasado durante eses tiempo con lo cual el filme apenas supera la condición de truco gracioso.
Juan Sardá. El Cultural, 3 de julio de 2020
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