Por un euro al día, hay 300 bicis disponibles en las 30 estaciones del sistema público, con las que se puede hacer turismo y ejercicio mañanero rodeando la muralla o acercándonos a la isla de la Barthelasse, que está en medio del inmenso Ródano, frente a Aviñón, y mide casi nueve kilómetros de punta a punta. Rodear la muralla nos llevará 15 minutos sin parar. Ir a la isla y regresar media hora, pero se puede echar el día entero si uno se detiene a tomar algo en el bar flotante Vinotage, a comer en Le Bercail o visitar la destilería Manguin. Se ven aves en la isla todos los días a todas las horas: halcones, garzas reales, ánades, cormoranes...
En 1784 abrió en la céntrica plaza de Sain-Didier, el Grand Café Barretta, un buen sitio para desayunar, rodeado de cuadros y de libros. Otro buen lugar, a 50 metros es Le Nid, 7 rue des Trois Faucons, una concept store que reúne una cantina bio, tienda de diseño y un centro de yoga.
El Palacio de los Papas es una fortaleza gótica impresionante, de 15.000 metros cuadrados, donde cabría holgadamente la catedral de Sevilla. Pero desde 2017 lo es aún más, pues se visita con Histopad, una tableta que muestra, enfocando aquí y allá, como estaba decorado en el siglo XIV, con el tesoro a tope, las mesas llenas de viandas y el fuego a tope en las chimeneas. Es patrimonio mundial, al igual que el gignantesco puente de Aviñón. Solo los cuatro arcos que han sobrevivido a las guerras y a las iras del Ródano miden ¡165 metros de largo!. Y llego a tener 22. La mejor foto del puente y de la ciudad se saca desde el alto jardín Rocher des Doms.
Cuando los papas se cansaban de banquetes y besamanos, se retiraban una temporada a la localidad de Château-neuf-du- Pape, 17 kilómetros río arriba, donde tenían otro castillo. Desde sus ruinas se otea buena parte del valle del Rodano y la Provenza, incluido el Mont Ventoux, al que Petrarca ascendió en 1336, en tiempos de Benedicto XXII, tercer papa de Aviñón. Château-neuf du-Pape, aparte de un retiro histórico, es la denominación de origen más antigua de Francia, de 1923, y raro es el que no se dedica aquí a cultivar viñas sobre galets/ cantos rodados, que le dan al vino un sabor inconfundible. Dos gustosas visitas son el museo del vino Brotte y la bodega Domaine de la Solitude, cuyos dueños descienden de los Barberini, familia que dio un papa romano: Urbano VIII...
Andrés Campos. El Viajero. El País, viernes 25 de septiembre de 2020.
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