Saint-Exupéry vuelve a volar... |
Su vida es indisociable del cielo -"es el avión lo que me alimenta", escribió-, adonde siempre quiso regresar y de donde proceden algunas de sus más emotivas páginas, y también el arranque de El principito. Y es en cielo, a menudo su refugio- "mi único consuelo es pilotar"-, donde fue a morir, el 31 de julio de 1944. Sus misiones de guerra de ese año a los mandos de un caza P-38 Lightning de reconocimiento, con 44 años cuando la edad límite para pilotarlos era 35, iban más allá de la temeridad y rozaban, casi, el afán de suicidio. Porque Saint-Ex, como le llamaban, era un hombre terriblemente complejo, marcado por una infancia católica y aristocrática, sin padre pero idealizada, un anhelo vehemente de espiritualidad -que desborda en su inacabada obra póstuma Ciudadela-, una angustia existencial que se retorcía en una melancolía casi enfermiza, y una pulsión sexual que le llevó a tener aventuras sentimentales con muchas mujeres, pese a que se creía -y era- bastante feo. "Necesito senos en los que beber amor", decía.
Ahora, cuando se cumplen 129 años del nacimiento del escritor (el pasado 29 de junio) y 76 de su desaparición (el 31 de julio) un álbum de cómic extraordinario del guionista Pierre-Roland Saint-Dizier y el dibujante Cédric Frenández, Saint-Exupéry (Norma editorial, 2020, edición integral compuesta por El señor de las dunas, El compañero del viento y El reino de las estrellas), plasma en viñetas la vida del "arcángel triste" con toda la intensidad, la emoción, la profundidad y la poesía de la que fue una de las existencias más sensacionales de su época, con sus luces y sombras, sin eludir las controversias en que el escritor de Lyon se vio envuelto...
Jacinto Antón. Barcelona. El País, lunes 3 de agosto de 2020.
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