sábado, 5 de septiembre de 2020

Vigo, con V de Verne

Julio Verne, que tanto había escrito sobre viajes de aventuras, se embarcó en la primavera de 1878 en su primera gran travesía náutica. Una navegación desde el puerto de Nantes hasta el Mediterráneo. No tenía previsto hacer escala en Vigo, a pesar de que la ciudad olívica protagoniza un  capítulo de sus Veinte mil leguas de un viaje submarino (1869), la novela en la que el lector se introduce en el Nautilius del capitán Nemo.
Monumento al capitán Nemo en Cesantes
En el puerto de Vigo desembarcó y durmió durante su estancia. Muy cerca, en el Real Club Náutico, hay una escultura de un Julio Verne de bronce sentado sobre los tentáculos de un calamar gigante. En la ría de Vigo no los hay, pero si se quiere descubrir qué esconde su fondo marino hay que subir  a bordo del barco oceanográfico Nautilius. Nemo, un robot acuático sumergible hasta 100 metros de profundidad propiedad de Ocean Secrets que manejan los patrones Ismael y Andrés desde al cubierta de este crucero de interpretación, muestra por medio de su cámara de máxima definición  4K lo que esconden las profundidades de esta ría, como los bajos de las bateas en los que se crían los mejillones, alguna cuaderna (costilla de un barco hundido) y la flora y fauna marina de la zona.
Para entender este enclave gallego, Julio Verne se subió al Castro. Este monte es el techo de  Vigo y un balcón desde el que asomarse al tríptico que dibujan el océano, la ciudad y la ría. El paseo hasta la cima se convierte en una escalada urbana tan encantadora como incómoda, pero mientras se asciende se adivina una ciudad herrumbosa que transgrede...
La escala técnica del escritor francés coincidió con la fiesta de la Reconquista y la procesión del Cristo de la Victoria que Verne contempló desde los balcones del Casino de Vigo. Otra sociedad recreativa de la ciudad, La Tertulia, organizó una cena de gala en su honor. En la actualidad ninguna de las dos están abiertas. Tampoco el desaparecido hotel Continental de la rúa Cánovas del Castillo, en el que Verne escribía cartas y tomaba notas telegráficas:"Fiesta por la independencia recobrada en 1809 sobre los franceses. Fuegos de artificio. Música, Admisión al Casino. Iglesia reciente (colegiata de Santa María), murmullos, no hay sillas"...
De seguir abierto, un buen epílogo sería tomar un café en el Café Suizo (calle del Príncipe), donde el autor de Nantes desayunaba mientras leía la prensa...Sentado en el Café Suizo, el ilustre novelista galo leyó sobre la batalla de Rande, y desde lo alto del monte del Castro se imaginó aquel combate naval que tuvo lugar en la ría de Vigo adentro, en la ensenada de San Simón. En aquella contienda las escuadras angloholandesas pugnaron por hacerse con el oro y la plata de los galeones españoles, defendidos por fragatas y navíos franceses. Cazatesoros de toda Europa se desplazaron hasta este lugar para buscar los supuestos metales hundidos. Anclas, cañones y monedas es lo que encontraron. El verdadero tesoro de la batalla de Rande es su historia...
En recuerdo y en honor al viaje del Nautilius, en la isla de San Simón hay una placa conmemorativa. Y entre el miniarchipiélago  y la playa de Cesantes, en Redondela, emerge un conjunto escultórico dedicado al capitán Nemo con dos buzos a sus pies. Al subir la marea el mar se traga a los buceadores y un cormorán se posa en la cabeza del marino creado por Julio Verne. Como una flor que decora una lápida.

Galo martín Aparicio. El Viajero. El País, viernes 21 de agosto de 2020.

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