domingo, 7 de marzo de 2021

El íntimo arte de estar agredecida

El último libro de Delphine de Vigan debería llevar una advertencia para los lectores de 2021. Las gratitudes ( Anagrama) ya encogía el corazón cuando se publicó en Francia en 2019, y eso que entonces lo de la pandemia era algo asociado solo a películas de terror. Dos años después, y cuando aún no remite el coronavirus que se ha cebado especialmente en los mayores, el corazón se arruga irremadiablemente mientras se avanza en la historia de Michka, una anciana que ingresa en una residencia donde se va apagando poco a poco, a medida que avanza su afasia y va olvidando su mayor tesoro, las palabras. Con todo De Vigan (Boulogne-Villancourt, 54 años), asegura que hay una nota positiva en la novela con la que ha querido continuar la exploración de aspectos del "alma humana" que comenzó en Las lealtades, con la que Las gratitudes, dice, forma un díptico aunque se puedan leer de forma independiente. 

-Escribió Las gratitudes cuando nadie imaginaba lo que se venía encima. ¿Siente ahora de manera diferente este libro? ¿Habría cambiado algo?

-No necesariamente. Incluso antes de la pandemia me dí cuenta de que el libro suscitaba reacciones muy emocionales porque, en el fondo, la cuestión de la edad de los ancianos que están en esas instituciones, esa manera que tenemos hoy de descartar a los mayores para protegerlos, pero también porque ya no consiguen ir a la velocidad a la que va nuestra sociedad, es algo que debemos cuestionarnos como sociedad. La pandemia solo pone en evidencia algo que ya sabíamos.

-"Cuando me imagino vieja (...) lo que me resulta insoportable es la idea de que ya nadie me toque", dice uno de sus personajes. Por la covid eso es algo que muchos han sufrido sin tener que esperar a envejecer. ¿Hemos aprendido algo?

-Es cierto que la pandemia nos ha abierto los ojos ante la soledad en las residencias, que es terrible. Ha pasado en España, en todas partes, personas mayores que han muerto sin haber podido volver a ver a los suyos, sin que nadie les pudiera coger la mano, estar con ellos... Eso nos muestra la crueldad de esta situación. Hay que tener esperanza en que quizá seamos algo más cuidadosos en el futuro, cuando podamos abrazarnos de nuevo. Este momento nos ha demostrado la importancia de todos esos pequeños gestos, los besos de saludo, acariciar una mejilla, tomarle la mano a alguien-

-Qué le atrae tanto del agradecimiento? 

-No sé cuántas veces al día decimos gracias, pero ¿es un convención social o sabemos realmente agradecer a la gente que tiene un papel importante en nuestra vida? No es tan sencillo, porque dar las gracias es aceptar la idea de que somos vulnerables, que tenemos necesidad del otro, y eso no es fácil. Además, emocionalmente, a menudo tenemos miedo de pasarnos, de manifestar nuestra gratitud de manera demasiado efusiva...

Silvia Ayuso. SMODA. El País, marzo 2021

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