miércoles, 7 de abril de 2021

El misterio del Maestro Mateo

Maestro Mateo

Desde un tiempo inmemorial, los peregrinos que llegan a Compostela guardan la costumbre de darse un ligero coscorrón con la cabeza de la escultura que existe a espaldas del parteluz del pórtico de la Gloria. Esa figura conocida como santo dos Croques, es presuntamente el autorretrato del maestro Mateo, el genial escultor y maestro de obras al que se deben no solo el referido pórtico, sino el trazado y la ejecución de partes importantes del edificio. El coscorrón se justifica por el deseo de que la escultura transmita al ejecutante aunque sea una porción del enorme talento que se le supone al maestro Mateo.   

Ya vemos que el nombre del maestro Mateo está indisolublemente unido al de la catedral de Compostela, uno de los tres grandes santuarios de la cristiandad. Antes de indagar sobre él, bueno será recordar el origen del templo. 

En el año 813, un ermitaño se presentó ante el arzobispo de Iria Flavia y le comunicó que veía luces en el campo. El arzobispo hizo cavar en el lugar de las luces y se encontró un sarcófago que contenía los restos del apóstol Santiago, el evangelizador de Hispania. 

En torno a aquel sarcófago se fundó un pequeño santuario que, con el tiempo, fue creciendo hasta convertirse en la hermosa catedral que hoy vemos, uno de los tres grandes centros de peregrinación de la cristiandad, junto con Roma y Jerusalén.

El rey de León Fernando II reivindicaba el derecho de proclamarse rex Hispaniae/ rey de España, rex Hispanorum/rey de los españoles  o rex Hispanarium/rey de las Españas. Reclamaba ese derecho para su reino porque era el directo heredero del reino visigodo que inició la reconquista desde Covadonga y Asturias. No obstante, comprendía que, además de las razones históricas, sus pretensiones debían sustentarse en obras de prestigio. Nada mejor que terminar la catedral de Compostela y hacer de ella una capital religiosa y cultural de las más importantes de Europa.

Con este propósito, el joven rey leonés contrató, en febrero de 1168, a un arquitecto y escultor, el maestro Mateo, para que dirigiera y supervisara la edificación de la fachada principal de la basílica, así como el resto de las obras. Resulta revelador que el contrato fuese vitalicio y ventajosísimo, dos marcos de plata semanales, lo que indica que el maestro Mateo era ya famoso y que seguramente el rey o sus consejeros conocían otros trabajos suyos.

Mateo, todavía joven, dotado de absoluta libertad para diseñar las obras del templo, se puso al frente de un experimentado equipo de geómetras, matemáticos, canteros, escultores y pintores. Muchos de ellos serían gallegos, como quizá él, pero no hay que descartar que al arrullo de las obras concurrieran artista europeos. De hecho, desde generaciones atrás, muchos canónigos compostelanos acaban su formación en los centros culturales más importantes de Europa, París y Roma. Sumemos a ello la existencia de talleres itinerantes de artistas que, organizados en gremios, acudían a los lugares donde el trabajo los reclamaba...

Juan Eslava Galán. XL Semanal, 28 de marzo de 2021.

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