miércoles, 28 de abril de 2021

María de Anjou, ilustre peregrina en Compostela

María de Anjou

Una de las más ilustres peregrinas que llegaron a Compostela en las décadas centrales del siglo XV fue, muy probablemente, la reina francesa doña María de Anjou. Su retrato social resulta en este sentido más que ilustrativo: hija del duque Luis II de Anjou, conde de Provenza y rey titular de Nápoles, Sicilia y Jerusalén, y de doña Violante de Aragón, hija a su vez del rey Juan I de Aragón  y de doña Violante de Bar.

La infancia de doña María de Anjou, que había nacido el 14 de octubre de 1404, discurrió en los dominios franceses de su familia paterna, administrados desde la ciudad de Angers. A finales de 1413, cuando apenas había alcanzado los nueve años de edad, acompañó a su madre en una visita a la reina Isabel de Baviera, la disoluta mujer de Carlos VI de Francia; aquel encuentro bien calculado explica el temprano compromiso matrimonial de doña María de Anjou con su primo Carlos  de Valois, quien con el tiempo se convertiría en el rey Carlos VII de Francia. Loa esponsales se celebraron en la basílica de Bourges en 1422, poco antes de su coronación en la catedral de Reims...

Tras la muerte de Carlos VII, que acaeció en 1461, doña María de Anjou comenzó a acariciar el deseo de peregrinar al santuario de Santiago de Compostela. Pero no le resultó fácil hacer realidad su empeño, sobre todo por las dificultades económicas, lo que le obligó a endeudarse y, solo así, pudo obtener al fin los recursos necesarios para sufragar le joli voyage de Monsieur S. Jacques en Galice...

Cumplida su peregrinación a Compostela y mediado ya su viaje de retorno, doña María de Anjou parece que se sintió indispuesta, viéndose obligada a hacer un alto en el monasterio de Notre Dame des Châtelliers, en Deux-Sèvres. Allí falleció el 29 de noviembre de 1463. Sus restos mortales fueron trasladados al panteón real de la abadía  de Saint-Denis, donde fueron depositados junto a los de su marido, Carlos VII, en un hermoso sarcófago atribuido al gran maestro Michel Colombe. Algo más de tres siglos después, el 17 de octubre de 1793, como consecuencia de una rocambolesca orden de la Convención Nacional republicana, su sepulcro fue profanado y destruido; sus cuerpos fueron arrojados a una fosa común  y más tarde, durante el reinado de Luis XVIII de Francia, pudieron ser recuperados y depositados en un osario de la cripta de Saint-Denis...

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés. El Correo Gallego, sábado 17 de abril de 2021

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