domingo, 25 de abril de 2021

Mi España. Pierre Assouline Zerbib

Pierre Assouline Zerbib

Durante los últimos cinco años cada vez que alguien me hacía la inevitable pregunta:"¿Y ese pasaporte español? ¿Aún nada ?, yo respondía invariablemente con una impasibilidad sin fisuras: "Hace cinco siglos que espero. Puedo esperar un poco más, ¿no?. Había conocido a numerosos sefardíes que se habían dejado desanimar por el viacrucis administrativo que les aguardaba, pero, entre los que perseveraron en esta extraña empresa, la mayoría vio recompensada su obstinación al cabo de dos o tres años. Así que ni me planteé recurrir a un abogado o pedir un trato especial. Esperaría. Pero llega un momento en que uno pierde la paciencia. Cinco años. Un récord según parece. 

En 2015, unos meses después de que las Cortes aprobaran la ley que concedía la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados por el decreto de la Alhambra (1492), Felipe VI, por la abdicación de Juan Carlos I, recibió a una delegación de judíos españoles para decirles:"¡Cómo os hemos echado de menos!". Es cierto que cinco siglos y pico pueden parecer mucho tiempo. Pero, a mi nivel, cinco años también. Mi aventura ha enriquecido con una dimensión ibérica mi, hasta entonces, tan proustiana meditación sobre el tiempo, ese espectro invasor con el que toda vida bien ordenada choca, se enfrenta, se enzarza un día u otro.

Cinco años... Se dice pronto. En cuanto un problema administrativo, jurídico, diplomático o notarial queda resuelto, aparecían cien nuevos obstáculos... Todo llega. Hasta mi pasaporte, precedido de mi inscripción en el censo electoral y seguido de mi DNI. Ya nadie me hará la famosa pregunta puesto que yo mismo he dejado de hacérmela...Vuelvo a ser plenamente de aquí. Y aún lo sería más si el rey se mostrara sensible a mi llamamiento. Majestad, derogad el Decreto de la Alhambra firmado el el 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos... Hace siglos que lo esperamos. Sería tanto más hermoso cuanto que se trataría de un gesto desinteresado, simbólico, al menos en lo que se refiere a los sefardíes que ya cuentan con un pasaporte europeo...Un judío duerme mejor cuando sabe que tiene dos pasaportes en el cajón de la mesilla de noche.

La verdadera patria de un escritor, su patria interior, la que ningún documento puede acreditar , es su lengua, aquella en la que escribe...No nos llamemos a engaño: no hay orgullo alguno en el hecho de haber nacido francés, inglés, japonés o lo que sea, puesto que no tenemos arte ni parte en ello. Pero sí que lo hay en el hecho de devenirlo. Es una elección, un compromiso, un acto político. Nos reincorporamos a una historia, asumimos un pasado.

Este artículo es el primero que escribo como español, y voy a terminarlo con una firma que, por primera vez, rinde homenaje tanto al padre como a la madre, otra virtud de este país que es también el mío.

Pierre Assouline Zerbib. El País, domingo 11 de abril de 2021

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