domingo, 2 de mayo de 2021

Los días porteños de Saint-Exupéry, 2

Su trabajo le obligaba a ausentarse de la capital constantemente, por lo que hizo amigos en distintos lugares. La amistad fue una de las grandes recompensas que obtuvo en la vida, por eso escribió: "Quizá la grandeza de un oficio consista, más que nada, en unir a los hombres. Solo existe un lujo verdadero y es el de las relaciones humanas".

Pese a tantos viajes, en su apartamento tuvo tiempo de escribir Vol de nuit/Vuelo nocturno, sin duda inspirado en sus aventuras aéreas. No por casualidad la cubierta de su primera edición (en su casa expuesta), de la colección Aretusa, tiene los colores de la bandera argentina. En Francia lo publicó Gallimard en 1930, fue presentado por el Nobel André Gide y hoy en día se contabilizan más de seis millones de ejemplares vendidos. Cuenta la historia de un piloto que conduce el correo de la Patagoina desde el extremo sur hasta Buenos Aires y que bien podría ser Saint-Exupéry.

Fabien, así se llama el protagonista, hombre comprometido con el oficio -piensa, como decía Gide, "que la felicidad del hombre está en la aceptación de su deber"-, afronta una violenta tormenta en el cielo argentino. En la capital, Rivière, su patron, medita en su oficina mientras su esposa se inquieta por él, el héroe entregado a lo absoluto, el héroe que desaparece engullido por el destino en la engañosa oscuridad de la noche.

Al principio a Saint-Exupéry no le gustaba Buenos Aires. Numerosas cartas hablan de ello, y en una dirigida a su madre llega a decir: "Es una ciudad detestable, sin encanto, sin recursos, sin nada". Pero de pronto, ay, el vuelo cambió de rasante. Una noche llegó tarde a un evento (unos dicen que en la Alianza Francesa, otros que en la galería Van Riel) en el que se cruzó con una joven. Se presentaron. Hablaron. Saintex la invitó a volar al día siguiente. Ella accedió y ya no se separaron. Se llamaba Consyelo Suncín-Sandoval. Era salvadoreña. Tenía treinta años. Había enviudado dos veces, pero reincidió una vez más. Y llego a inspirar el personaje de la rosa en El principito. 

Cuando la Aeropostal quebró y Saint-Exupéry tuvo que regresar a Francia, escribió una carta a su colega piloto Rufino Luro Cambaceres:"Verá usted, Luro, finalmente llegué a sentirme como en casa en su Argentina. Me sentía un poco su hermano y pensaba poder vivir mucho tiempo en medio de su juventud tan generosa". Entre las confesiones de amigos argentinos que cuelgan en las paredes de su apartamento destaca una de Vito Palzzo, que da buena cuenta de como las gastaba el bueno de Santex: "... Íbamos a escuchar a Carlos Gardel al bar Los Dos Chinos con Jean Mermoz y Antoine. Los dos franceses se emocionaron hasta las lágrimas y nosotros con ellos...Antoine anotaba todo lo que veía. Se la pasaba escribiendo en una libreta negra, pensábamos que por algún motivo tenía que escribir, pero no sabíamos que era el escritor que fue...No mostraba ese aspecto de su vida... Antes de cada vuelo, Saint-Exupéry tenía por costumbre despedirse de todo el personal de tierra dándoles la mano. Decía que el que volaba no sabía si volvía...Así que se despedía para que tuvieran buenos recuerdos de él..." Por lo que parece, eso Saintex lo consiguió con creces.

Use Lahoz. Babelia. El País, sábado 6 de marzo de 2021

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