jueves, 17 de junio de 2021

La perplejidad de Semprún

Jorge Semprún

Se cumplen diez años de la muerte de Jorge Semprún. Su biografía, "tan repleta de las escorias del siglo, tan furiosamente atravesada por sus ilusiones y sus pulsiones", recorre el siglo XX: el exilio por la Guerra Civil, la Resistencia y el campo de concentración, la clandestinidad antifranquista, la expulsión del Partido Comunista, el cine, el compromiso antitotalitario, el Ministerio de Cultura y la democracia española, la defensa de la Unión Europea, entendida como un producto de la memoria de la catástrofe. Su vida y sus libros ayudan a comprender las cegueras, los sueños y los desastres del siglo. 

Era un gran intelectual  europeo. Escribía en francés y en castellano y decía que la patria de un escritor es el lenguaje. Publicó libros inolvidables sobre Buchenwald: El largo viaje, Aquel domingo, La escritura o la vida. Son obras obsesivas y autoconscientes, que entroncan con la tradición filosófica europea, que exploran las paradojas y la relación entre la literatura y la experiencia.

Decía que había pasado buena parte de su vida intentando ser comunista y otra intentando dejar de serlo. Admiraba el coraje de los militantes y lamentaba la sovietización del partido y la esclavitud mental a la que sometía a sus miembros: la describió en Autobiografía de Federico Sánchez.

Es difícil saber cuál es su lugar en una tradición literaria: su trayectoria es peculiar en una escala casi inabarcable; habla de un mundo que preferimos invocar a conocer, en un universo de referencias no siempre cercano al nuestro.

Ahora, como decía Todorov, todo el mundo quiere ser víctima pero nadie quiere haberlo sido: esa actitud victimista está lejos de Semprún. Era sentimental cuando hablaba de la infancia y voluntarista cuando hablaba de la UE. Otras veces su análisis era frío y poco complaciente. No le importaba ser incómodo y pensaba que un escritor debe atreverse a estar solo. Se definía como un "intelectual inorgánico"."Inorgánico: que no pretende hablar en nombre de la historia, ni de una clase social, ni de un partido mesiánico que se atribuya a sí mismo el papel de demiurgo de la realidad, o portavoz de la verdad absoluta y del progreso histórico. Que solo habla en su propio nombre, en función de una reflexión personal que arranque del asombro, de la duda. De la perplejidad, en fin de cuentas como el pensamiento generoso de Maimónides".

Daniel Gascón. El País, sábado 5 de junio de 2021

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