Uno de ellos es la desembocadura del río Lambre, una vez dejado atrás el Miño, en el Camino Inglés, que tiene un gran interés desde el punto de vista ornitológico: por allí pasan cientos, miles de aves. Otro es, también un río, pero en la punta contraria del país, el Támega. Y esto último requiere una explicación.
Existía un Camino de Santiago secundario que transcurría y transcurre por el interior de Portugal, lleno de viejas montañas y sin grandes alturas. Es una ruta reconocida como oficial, que conste. La ciudad más fácil de encontrar en un mapa es Chaves, muy cerca de la frontera con la provincia orensana.
Y por ahí, caminando en paralelo al río Támega, transcurre esa ruta jacobea. O sea, va hacia el norte para unirse al Camino del Sureste. ¿Dónde exactamente? Pues es curioso, porque llega a Verín, y lo lógico sería pensar que justo ahí. Y en efecto, muchos peregrinos hacían eso, y giraban al oeste, hacia Xinzo de Limia y a la hoy turística Allariz.
Pero otros peregrinos continúan rectos por el precios valle del Támega y su magnífico bosque de ribera, para llegar a Laza y encontrar en esa localidad -muy famosa por su carnaval- el otro desvío del Camino del Sureste, la llamada históricamente Vereda Vieja.
Aquellos que prefieren el largo Camino del Sureste -sobre todo los que eligen ir por Verín y Allariz- van a cruzar el río Arnoya, que es una maravilla botánica y fáunica, igual que los que eligen el del Norte pasan a la altura de la lucense Villalba por una complicada red de ríos y pequeñas lagunas que también están incluidas en la Red Natura
Claro que hay más espacios dignos de ser apuntados. Por ejemplo, la ensenada de San Simón, que ven en toda su grandeza los que recorren el Camino Portugués. La divisan cuando descienden hacia Arcade. Les quedan a la vista también dos islotes llamados Las Alvedosas, antes con vacas pastando, ahora sin vida animal de gran tamaño...
Cristóbal Ramírez. La Voz de Galicia, miércoles 26 de mayo
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