miércoles, 30 de junio de 2021

Las tres M de Burdeos: Montaigne, Montesquieu, Mauriac

 Las casas donde vivieron, donde escribieron los grandes de la literatura siempre despertaron y siguen despertando un interés especial en sus lectores, como si el hecho de conocer esos espacios nos permitiese comprender mejor sus obras y sus vidas. Una de las rutas que la ciudad de Burdeos ofrece a los viajeros más allá de los  châteaux de los viñedos, son las moradas de tres escritores cuyos nombres comienzan por la letra M: Montaigne, Montesquieu, Mauriac. Los tres, cada uno en su época, brillan en tres géneros literarios diferentes: el ensayo, el pensamiento político y la novela.

La Tour de Montaigne y el Château

Probablemente la más conocida de las tres sea La Tour de Montaigne, en el Périgord, muy cerca de Bergerac y Saint-Émilion. Forma parte de un château, hoy propiedad privada, del que sólo se visita la Torre. En su último piso se encuentra la famosa librería cuyo techo está adornado por 75 inscripciones en griego y en latín, pintadas en las vigas. Aquí el señor de Montaigne redactó Les Essais/Los Ensayos entre 1571 y 1592. Hace muchos años que la visité por primera vez, durante el curso de assistante de español en el lycée Camille-Julien de Burdeos. Volví con los alumnos en uno de los intercambios escolares en 1996. Desde entonces he leído  Les Essais y artículos de otros escritores que han hecho esta visita. El último, el del periodista J.B. De su visita a la estancia de trabajo del escritor, muy reciente, me sorprende la mención de los anaqueles repletos de libros. Nosotros la vimos vacía, con solo dos sillas de montar y las famosas citas en las vigas. Un lugar al que me gustaría volver.

La Maison de Mauriac

Malagar en Las Landas es el espacio de Mauriac. La Maison Mauriac ocupa un emplazamiento excepcional, dominando a la vez el valle del Garona, la ciudad de Langon y el bosque landés. Fue en su origen una propiedad de los monjes Célestins de Verdelais en el Ancien Régime. Pasó a ser propiedad de la familia Mauriac en 1843, adquirida por el bisabuelo del escritor y es entonces cuando toma un aspecto similar al que tiene hoy. Una maison de maître: una casa señorial entre dos bodegas, con una construcción anexa para granja prolongada por dos aleros, un parque de cuatro hectáreas y un viñedo de dieciocho. Aquí venía de niño François Mauriac en vacaciones, aquí situó la acción de tres de sus novelas. Su amor por Malagar que empieza a principios del siglo XX se acrecienta cuando se convierte en su propietario en 1927. En Pascua, en verano, en las vendimias, Mauriac y su familia no faltarán a su cita con Malagar. Lugar de vida fue también un havre/puerto de paz  y de inspiración hasta su última venida en 1968. Sus cuatro hijos la donarán al Conseil Régional de Aquitaine en 1985. Se inauguró, restaurada y acondicionada en 1997, como Maison d'Ecrivains/Casa de Escritores, lugar de protección y conservación del patrimonio literario que acoge todos los años numerosos coloquios universitarios, jornadas temáticas, conciertos, cine. A finales de septiembre tienen lugar Les Vendanges de Malagar/Las Vendimias de Malagar, una serie de conferencias sobre temas de actualidad.

Estuve sentada  en un banco del jardín, con el panorama descrito ante mis ojos, poco tiempo, aunque suficiente para pensar en  Thérèse Desqueyroux, la primera novela que leí de Mauriac. Thérèse, la mujer que no respira, que se ahoga en el ambiente opresivo de la familia de su marido, tan burguesa y tan cerrada, propietaria de una parte de las Landas, la mer des pins/el mar de pinos, así llamadas por Mauriac. Thérèse no respira y busca una salida...

Château de la Brède
He reservado para el final mi visita más reciente a la tercera  morada de las tres M de Burdeos. En los años que precedieron a mi jubilación viajaba a París cada año con los alumnos  hasta que los atentados islamistas lo impidieron. Ya que mi carrera de profesora se había iniciado en Burdeos, en 2018, año de mi despedida, los alumnos me animaron a cerrarla con una  nueva visita al lugar que había decidido mi destino profesional. Así lo hicimos y, entre otras visitas, volvimos a La Brède, propiedad de la familia Montesquieu desde la Edad Media hasta principios de este siglo cuando muere la última del linaje sin dejar descendencia. Jacqueline de Chabannes legó sus pertenencias  a una fundación que lleva su nombre  que se dedica a su cuidado y mantenimiento así como a la difusión de la obra de Montesquieu. En este castillo nació, vivió y escribió el gran filósofo y escritor, sobre todo en verano, ya que también pasaba largas temporadas en París. Conocido por ser el autor de L'esprit des lois, una obra fundamental del siglo XVIII  en la que se asientan las democracias modernas. O Les lettres persanes que leíamos en aquel bachillerato de los años 60. Pero quizá no sepan como me pasó a mi que fue un gran propietario de viñedos y otras tierras. Que aumentó su patrimonio con su matrimonio con una mujer también rica. Fue una administradora extraordinaria, una mujer de mano de hierro para los negocios, temida y odiada por los otros propietarios que no aceptaban su papel de "hombre de negocios" en aquella época.. Otra faceta del escritor es la de gran viajero. Durante cuatro años viajó por Europa para observar los gobierno de las democracias más adelantadas de la época. La guía del château fue desgranando este relato al tiempo que nos enseñaba las estancias: la sala de las columnas, el salón, el bureau de su hija Denise que le ayudo en la escritura de sus obras ya que padecía una enfermedad importante en la vista. En la planta baja, la habitación del escritor con su ventana mirando al jardín donde pasó sus últimos años, casi ciego. Los libros de la biblioteca fueron donados a la biblioteca municipal de Burdeos.


 El buen tiempo de ese día de primavera siguió acompañándonos en el viaje de regreso a la ciudad por esas carreteras departamentales bordeadas de árboles, centinelas, aún con sus vestiduras de invierno, de los inmensos viñedos igualmente austeros, sin hojas todavía. Mi amiga bordelesa M.L. me dice que me fije en las plantas de la cabecera en cada fila de viñas. Son rosales. Una astucia de los vignerons/viticultores para que los insectos se detengan en ellas y no dañen al vino, también para anunciar posibles enfermedades que se manifiestan en las rosas antes que en las vides. Días de vino y rosas...

Carmen Glez Teixeira

Como todos los años, leer y tejer se despide de sus lectores. Volvemos en agosto. Bonnes vacances.

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