lunes, 30 de mayo de 2022

El tema odiado por Putin llega al festival


La película La mujer de Tchaikovski afronta la homosexualidad del músico

El presidente de Ucrania Volodimir Zelenski, había implorado en la gigantesca pantalla del gran teatro Lumière, en Cannes, por un nuevo Chaplin capaz de apuntar con el arma del cine a Vladimir Putin. Y apenas unas horas después, la nueva película del exiliado ruso Kiril Serébrennikov, La mujer de Chaikovski, abría el concurso de la sección oficial con un asunto tabú en su país, la homosexualidad de una de las glorias nacionales. En su implacable batalla contra los colectivos LGTB, hasta el mismísimo Putin ha negado en público que el compositor de El lago de los cisnes fuese, como cuenta este duro filme, gay.

Por tercera vez en su carrera, Serébrennikov opta a la Palma de Oro. Lo hizo en 2018 con la melancólica Leto, sobre una banda de rock en los años ochenta en Leningrado, y hace un año con Petrov's Flu, febril periplo de un dibujante de cómics que se sumergía en sus delirios y alucinaciones. En ambas ocasiones Serébrennikov no pudo acudir a Cannes por estar bajo arresto domiciliario, pero ahora, ya exiliado, presenta su nuevo y tortuoso filme. La mujer de Chaikovski es una oscura película de época alrededor de un personaje desquiciado, Antonina Miliukova, la mujer con la que el músico se casó cuando ella tenía 16 años y él 25. Alumna y profesor jamás consumaron un matrimonio que pretendía acallar los rumores de la vida sexual del compositor. Sin embargo, Miliukova,  obsesionada con su status y su marido jamás aceptó el divorcio. Aunque  al filme de Serébrennikov le cuesta arrancar, cuando lo consigue su inmersión en un pozo sexual opaco y opresivo es total.

Siempre de la mano de la actriz Alyona Mikhailova, que sostiene con su mirada inocente  y desorbitada a un personaje desgraciado y terrible, Serébrennikov construye una bajada a los infiernos a través de secuencias orquestadas como un baile fúnebre que sitúan al espectador en un magnético limbo donde los cuerpos  parecen vagar sin destino por el tiempo. Hay momentos de una sexualidad desesperada que presentan a la esposa como una luz lúgubre, una ingenua víctima de la hipocresía social dispuesta a inmolarse por su terco deseo. Serébrennikov consigue cuadros espléndidos, como los de los ambientes gays de la época o la visita a la hermana del compositor, aunque también incurre en otros menos logrados, como la artificiosa coreografía final. El trágico personaje de Antonina Miliukova resume los daños colaterales de una homosexualidad perseguida y reprimida que, casi siglo y medio después, sigue condenada a las catacumbas de su país...

Elsa Fernández Santos. Cannes. El País, jueves 19 de mayo de 2022.

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