Destila aromas clásicos -de John Ford, por ejemplo- en la relación entre los soldados para los que el mundo se detuvo cuando unos campesinos le anuncian el fin de la guerra. Si el guion carece de fisuras, también sobresale el trabajo de arte -en particular, en aspectos como el progresivo deterioro del vestuario- que incluye unos exteriores de Camboya que hasta le confieren una textura casi documental. Cuando en los minutos finales Onoda (el actor Japonés Kanji Tsuda) se aparece al estudiante que le encuentra, vemos a un espectro con su dignidad militar intacta pese a la estúpida actitud que le fue impuesta.
Filme insólito, sobrio, reluciendo un clasicismo inusual, y manejando hermosamente simbolismos con el agua, la luna y el paisaje. Al tiempo, sirve una sólida invitación a cuestionar valores que no son tales. Sobre todo, cuando campa Putin con su demencial campaña en Ucrania, movilizando millares de onodas con el mismo cuento que le vendieron al protagonista de esta bella película.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, viernes 6 de mayo de 2022.
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