domingo, 8 de mayo de 2022

Francia no quiere más sobresaltos

No hubo sorpresas, ni siquiera suspense. La victoria que se proyectaba para Emmanuel Macron no era comparable a la que obtuvo cinco años antes contra la misma rival, pero era más que suficiente para desterrar la idea del susto. En cuanto a Marine Le Pen, mejora respecto a su resultado de 2017, pero no de forma llamativa, demostrando que los extremos se tocan, pero no necesariamente se abrazan; ni siquiera tras varios años de chalecos amarillos y una presidencia tan discutida como la de Macron. La victoria demuestra que la política no es solo emoción, contrariamente a lo que dicen los asesores y los fontaneros del poder. También votan la cartera, el hígado y el sentido común. Macron será arrogante, poco empático y errático en sus políticas, pero Le Pen, que creyó que insinuar que sus ideas en vez de afirmarlas categóricamente era moderarse, ha chocado con el deseo de estabilidad de un electorado que, entre la pandemia y la guerra, no quiere más sobresaltos. De modo que a Macron le ha bastado con quedarse quieto en el centro y proponer un tiempo nuevo.

La pista para deducir su triunfo estaba ya en la primera vuelta, cuando la derecha tradicional de Los Republicanos se quedó en menos del 5%. Eso quería decir que para el votante conservador Macron era más que aceptable (incluso la mitad de aquel 5% lo ha votado ahora en la segunda vuelta). En la izquierda la historia es un poco distinta: el voto socialista tradicional no se ha moderado, sino que se ha radicalizado y ha ido a engrosar a la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon. Pero incluso de ahí ha salido cerca de un 40% de apoyo a Macron. En conjunto ha sido suficiente. El desencanto también gana elecciones cuando la alternativa es el salto al vacío.

¿Seguirá Marine Le Pen? En su discurso de aceptación de la derrota dejó claro que no piensa retirarse. En Francia, la proximidad de las legislativas después de las presidenciales favorece esa tentación de los políticos vencidos de darse una segunda oportunidad. Sin embrago, es la tercera derrota, la octava si en vez de en su nombre nos fijamos en su apellido, porque su padre fracasó otras cinco veces. Si Marine creyó que para ganar bastaba con cambiar el nombre del partido, en el partido muchos pensarán ahora que el nombre que hay que cambiar es el de Le Pen. A Marine le será muy difícil mantenerse y, si lo intenta, es probable que ese espacio político se escinda más todavía.

En cuanto a Macron, el presidente reelegido se ha ganado la oportunidad de reinventarse. No le será difícil, porque, aunque vestido con el traje de la continuidad, él era, en el fondo, el candidato populista de estas elecciones, el que buscaba complacer al electorado a toda costa, incluso a costa de la coherencia de su discurso. Un caso bastante insólito, este de un populista impopular. Y aún así hay que reconocerle a Macron que la noche electoral vindicó algo de su tan criticada soberbia, porque ha resultado un hombre providencial. No porque fuera lo que Francia deseaba fervientemente, sino porque era lo que Francia más temía.

Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, lunes 25 de abril de 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario