jueves, 19 de mayo de 2022

Los diablos enamorados

Conocidas las erotófilas aficiones de Guillaume Apollinaire (Roma, 1880-París, 1918) -digamos Las once mil vergas- no puede extrañar que en 1908 -el poeta tenía veintiocho años en ese momento y moriría diez años después a resultas de heridas de guerra-, los editores Briffaut, que desde L'Edition cuidaban , entre otras cosas, de difundir la calidad y rareza del erotismo (considerado superior a la pornografía), decidieran encargar a Apollinaire unos prólogos o introducciones, para cada uno de los libros escogidos que compondrían una nueva colección de rarezas eróticas, de calidad que formarían la colección "Les maîtres de l'amour", que dirigirá el propio Apollinaire.

Él aceptó, como parece lógico y se puso a la tarea. La colección empezó con Aretino y Sade ("El Divino Marqués"), dos de los textos más elaborados y puntillosos; el proyecto duró, con altas y bajas, e introducciones, más o menos cuidadas -a veces se trata de autores de veras raros, como el italiano Domenico Batacchi (1748-1802) o el francés Joseph Vasselier (1735-1789)- hasta 1917, un año antes de la muerte del director de la serie. 

Es sabido que el último prólogo, breve y notable, fue a Las flores del mal  de Charles Baudelaire. Ahí se dice que el gran poeta procede en liberta y mundo, de Choderlos de Laclos, "el extraño y rico lodo literario de la Revolución francesa" y del "pus espiritualista de un extraño americano, Edgar Poe". 

Los prólogos (es la edición traducida ahora) se reunieron con el título de Los diablos enamorados en 1964 y se publican en España por primera vez gracias a la editorial El Paseo.

Los autores escogidos son mayoritariamente franceses o italianos y muchos, en torno al siglo XVIII, como el veneciano -que escribió en dialecto véneto- Giorgio Baffo, "contento de su época y feliz de vivir y de hacerlo en Venecia, ciudad anfibia, húmeda, sexo femenino de Europa... Bailarinas, monjas libertinas, no hay pequeño suceso que Baffo no cante con una obscenidad sublime". 

Pero hay dos muy notables excepciones a la contradanza franco-itálica, el español Francisco Delicado, singular autor de La lozana andaluza, vicario del Valle de Cabezuela, que vive en pleno Renacimiento, en Roma y luego en Venecia... La otra excepción es el inglés John Cleland, autor de las Memorias de una cortesana (hoy más conocidas como Fanny Hill, 1749, título de su versión cinematográfica)...

Pero acaso las dos más señaladas introducciones, sean la del Marqués de Sade y la de Pietro Aretino. Apollinaire llega con las fuerzas intactas y son dos personajes de peso. Aretino en el siglo XVI y el marqués en el XVIII, abren puertas al erotismo como expansión del ser, incluso en la muerte...

Luis Antonio de Villena. El Cultural, 29-4-2022

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