Campo de rosas del Domaine de Manon en Grasse |
Biancalana es la tercera generación al frente del Domaine de Manon, una extensión de 4 hectáreas: "De joven ni me planteaba la agricultura. Estudié sicología y trabajé en un banco. Pero un día me vi en aquel cubículo y supe que mi sitio estaba en el campo", entre sacos de pétalos, en la naturaleza. Una epifanía pastoral que, en el día a día no es tan bucólica. A solo 20 kilómetros de Cannes el territorio batalla con la urbanización, más rentable que las delicadas flores, con el cambio climático y la intransigencia de la meteorología: "Cuando volví con mis padres me encontré que no había contratos, que era difícil vender flores y con las heladas tardías que acababan con la cosecha". Arrancaba el siglo XXI y la deslocalización también amenazaba a la industria del perfume. "En 2005, tras una cosecha difícil, creé la Asociación Les Fleurs d'Exception du Pays de Grasse para preservar y establecer relaciones". Entonces eran dos productores, hoy casi 30. Un año después conoció a François Demachy, entonces perfumista de Dior, y la buena conexión con él la llevó a firmar un acuerdo de exclusividad con la maison. "Sentí que me entendía, su respeto por las materias primas y que podía salvar mi negocio familiar. Es más que un contrato, es una relación por la que compartimos el riesgo".
La inversión de las grandes compañías de perfumería permite un desahogo, pero no todo queda en manos privadas. Para proteger el oficio, Biancalana hizo campaña y en 2018 las habilidades relacionadas con el perfume de Grasse obtuvieron la distinción de Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Hay garantías, futuro y toda una nueva generación de jóvenes productores (en su mayoría mujeres) que revitalizan el sector y aseguran que las mejores flores del mundo sigan creciendo en Grasse durante varios siglos más.
Patricia Rodríguez. Smoda. El País, 26 de abril de 2022
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