La reciente muerte del escritor Domingo Villar ha suscitado un gran número de artículos publicados durante varios días. Palabras de afecto, gratitud, reconocimiento. Un consuelo para su familia, sus amigos, sus lectores, viviendo su duelo. Una confirmación del pequeño libro, que encontré hace unas semanas en el mostrador de la librería que frecuento: Vivir con nuestros muertos, subtitulado en la edición francesa: Petit traité de la consolation/ Pequeño tratado del consuelo. Su autora, Delphine Horvilleur, una de las primeras mujeres en ejercer como rabina en Francia, nos cuenta algunas de sus experiencias acompañando, en la despedida, a quienes han perdido un ser querido. Para ella, "lo propio de la muerte es que la muerte no se cuenta, lo que podemos contar es la vida". Esta frase me hizo pensar en la muerte reciente de mi amiga Regina. En la carta publicada por su hijo, por la que me enteré de su muerte inesperada. Un retrato, tan breve como certero, unas pinceladas sobre la personalidad de su madre, pero no solo la madre, también la bióloga, la vecina, la amiga que siempre estaba ahí, con la que se podía contar. Un retrato de vida.
Vivir con nuestros muertos ha sido para mí un regalo, porque me ha reafirmado en algo que practico desde hace mucho tiempo, convivir con mis muertos: mis padres, mi hermano, mi marido, tres de mis amigas, de todos ellos hablo cuando se muestran en mi camino, es como si volviesen a vivir unos instantes mientras los nombramos. Así lo expresa Delpine Horvilleur: "Cuando la gente muere, no es de su fin, o de su tragedia de lo que debemos hablar, sino de la vida y del modo que la han disfrutado". La escritora construye su tratado con la evocación de la vida interrumpida entrelazada con la interpretación de los textos sagrados del Talmud, las tradiciones funerarias y algunas experiencias de la propia escritora. Se han vendido más de 200.000 ejemplares de su libro en Francia, publicado en 2021. "Tenemos tanta necesidad de relatos como los que podemos encontrar en este hermoso libro: para no ser totalmente aplastados por la ansiedad, para poder vivir con los muertos como con los vivos". Yann Diener (Charlie Hebdo).
Pocos días después del hallazgo de este libro me reuní, en una terraza, con un amigo, antiguo colega durante muchos años, en el mismo instituto los dos. Ahora compartimos nuestro amor por los libros en del Club de Lectura de la Alianza Francesa. Ese día que nos vimos los dos nos presentamos cada uno con un libro. Una feliz coincidencia. los libros que nos intercambiamos, se pueden considerar primos hermanos: Cementerios ilustres y tumbas de poetas, publicado en gallego y cuyo autor es mi amigo con la colaboración de su mujer, él escribe los textos acompañados por las fotografías hechas por ella. Mi amigo, P. Gándara abre su libro con esta cita de Pierre Michon: "Les morts sous les orties rêvaient du ciel dont ils avaient rêvé"/Los muertos bajo las ortigas soñaban con el cielo con el que habían soñado. Por mi parte, puse sobre la mesa Vivir con nuestros muertos.
Sorprende el libro de mi amigo por su belleza tanto en la presentación como en el contenido. De pequeño formato, está editado con sumo cuidado, cada texto acompañado de sus correspondientes fotografías, también de algunos poemas. En el prólogo, el autor nos dice que lo que busca es el recuerdo de esos escritores que ya no están con nosotros pero que que con su obra que alguna vez leemos nos siguen conmoviendo. Aunque la mayoría de los cementerios seleccionados son de escritores de Galicia y aquí enterrados, figuran también algunos enterrados en otros otros países, autores con algún vínculo gallego como el portugués Teixeira de Pascoaes, María Casares o Sir Moore. El primero con su tumba en Amarante. La Princesa de Galicia, como la llamaba Albert Camus, tiene la suya en Alloue (Charente), junto a La Vergne, su casa. La intención, lo que se respira en este bellísimo libro es exactamente el propósito de Horvilleur con el suyo. Hablar de la muerte no tiene por qué ser "particularmente triste". En la selección de Gándara también figura la tumba de Sir John Moore, muerto en la batalla de Elviña, en 1809, que se encuentra en el Jardín de San Carlos, en A Coruña. Un poema de Rosalía de Castro esta escrito sobre dos planchas de mármol junto a la tumba del noble extranjero. Versos con los elogia al general inglés y el lugar donde reposa, para dormir en paz en este jardín florido, cerca del mar, lejos del cementerio...
Un tercer libro, que recibí hace unos meses de mi amiga Cécile Lainé, Pierres à légendes du Limousin/Piedras con leyendas del Limousin (François Guyot, Les Ardentes éditeurs, 2020), nos invita a continuar este recorrido junto a las tumbas, por una región de Francia. "El Limousin es ante todo un reino de granito, un antiguo macizo de montañas, gastadas y derruidas". Así lo define el escritor André Thérive, (Le Limousin, 1927). "Este país está sembrado de incontables rocas con formas misteriosas, modeladas por procesos geológicos y climáticos. Por otra parte son muchos los vestigios monumentales que nos ha dejado el Neolítico, en particular en El Limousin con sus dólmenes y menhires, a los que hay que añadir las piedras tumbales, con un pasado olvidado y que son objeto de relatos legendarios". El libro viene a ser un inventario de esas piedras con leyenda, 526 censadas, que se extienden por las tres provincias de la región: Corrèze, Creuse y Haute-Vienne, clasificadas según las leyendas que se le atribuyen y que se presentan en el libro por orden alfabético, bien de los lugares donde se encuentran, o de los nombres por las que se conocen. Conforme al imaginario popular, hay piedras que siguen vivas: piedras que giran, piedras que se desplazan para beber, piedras que bailan, que lloran. Piedras "edificadas": habitadas o rondadas por hadas, otras son huellas de gigantes, algunas con presencia de la Virgen, los santos o territorio del diablo y por supuesto sepulturas de jefes y generales. He seleccionado tres de estas últimas: el dolmen de la Borderie en Haute Vienne, inscrito desde 1983 como monumento histórico y presentado al autor como la tumba de un capitán inglés y según la leyenda construido por unas hadas para protegerse del mal tiempo. El dolmen du Crocq, en la Creuse, también llamado Piedra levantada del Bosque de Urbe, según la tradición sería la tumba de un general galo. El menhir de la Croix du Cordaire en la Corrèze, recuerda, según la leyenda, a un soldado que al volver de la guerra fue atacado por unos lobos, después de haberse defendido y matado a varios de ellos, uno lo devoró. Una cruz de hierro figura en la cima.
Pierres à légendes du Limousin llevaba meses esperando a que hablase de él. Tuvo que llegar a mi casa, Cemiterios egrexios e tumbas de poetas, para animarme a hacerlo. Juntos sobre la mesa me llamo la atención el parecido entre los dos. Tan distantes en los tiempos que describen, los dos hablan de tumbas. Hay una gran diferencia, en el tamaño, el primero casi dobla al segundo, como dos hermanos, el mayor y el pequeño. Sin embargo los paisajes de las fotografías de las dos portadas son casi idénticos: la misma luz, los mismos azules, verdes y grises, entre piedras, árboles y cielo. Sin olvidar que el primer paso que despertó mi deseo de recordar a los que ya no están con nosotros lo dio Delphine Horvilleur con su Vivir con nuestros muertos. Gracias a los tres que me mostrasteis los tres libros.
Carmen González Teixeira
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