miércoles, 24 de mayo de 2023

Barbara Stiegler. Filósofa y activista

Bárbara Stiegler

La filósofa francesa Barbara Stiegler (52 años) es una revolucionaria. Cree que estamos impregnados del neoliberalismo, que somos incapaces de ver el mundo sin esas gafas, y tiene cierta esperanza en los movimientos sociales  que han agitado recientemente su país. Profesora de Filosofía Política en la Universidad de Bordeaux Montaigne, ha estructurado su pensamiento en torno a esta corriente y a Nietzsche, además de ser activa participante en el debate público francés. Como activista que es, se unió a los chalecos amarillos y escribió Du cap aux grèves  (del rumbo y las huelgas, no publicado en español). Su última obra es Hay que adaptarse. Tras un nuevo imperativo político (editorial La Cebra, su primer libro traducido al español), en el que se remonta a los años treinta del siglo pasado y ahonda en el debate sobre qué es el liberalismo que mantuvieron el filósofo y periodista Walter Lippmann y el también filósofo y psicólogo John Dewey.

Está enamorada de Grecia, atiende desde el instituto Francés, donde participa en el debate La Noche de las Ideas. Habla rápido, con soltura latina. En su cuenta de Twitter ha fijado el cartel de un manifestante:"Leurs yachts échoueront sur nos grèves" (sus yates encallarán en nuestras huelgas).

P.- ¿Puede explicar el cartel?

R.- Me gustó. Los yates son el símbolo  de la depredación neoliberal del mundo, de su obscenidad.

P.- Dice que todos estamos impregnados de neoliberalismo. Que los partidos de izquierda están también ahí mientras creen que lo combaten.

R.-Así es. A la izquierda le ha costado percatarse de las distintas formas que adopta el neoliberalismo. Para el partido socialista francés, británico, alemán..., poner en marcha políticas públicas era luchar contra el neoliberalismo. No comprendieron que muchas políticas públicas eran perfectamente neoliberales. Estamos todos impregnados de su hegemonía.

P.- ¿Podría poner un ejemplo?

R.- Hablemos de la igualdad de oportunidades. Los responsables de educación dirán que es muy importante. Y, si los escuchas, oirás que se refieren a la igualdad para poder competir. La idea es que, en la línea de salida, todos los niños hayan tenido igualdad de oportunidades. Los más pobres recibirán más medios, los más ricos menos y eso asegurará que ganen los mejores. ¡Esa es una mirada neoliberal!   Supone creer que la educación es la selección de los mejores. Pero para mí es emancipación, formación colectiva y de uno mismo. ¿Es un buen modelo? No lo creo. Y desde luego no es de izquierdas.

P.- ¿Cuándo se empieza a debatir qué es el neoliberalismo?

R.- Hubo un debate teórico en los años treinta en EEUU, tras la crisis de 1919. Los liberales afirmaron que había que refundar el liberalismo sobre un Estado fuerte. Es entonces cuando se adapta el sistema educativo a la globalización. Al principio se trataba solo de una corriente teórica que no gobernaba. Pero poco a poco fueron prosperando y para los años setenta y ochenta alcanzaron el poder en todos lados. A partir de la década de 2000 -con la crisis climática, la Gran Recesión- los ciudadanos empezaron  a movilizarse. Por una genial casualidad coincidió con la publicación del curso del filósofo Michel Foucault Nacimiento de la biopolítica, en 2004, en el que identificó el objeto neoliberal. Y cuando identificas algo es cuando puedes distanciarte de ello. Si no estás como pez en el agua, no ves el agua. Ha tenido mucho impacto en las universidades de todo el mundo.

P.- ¿En qué consistió ese debate entre Lippmann y Dewey del que habla en su libro que llevó a ese error que afirma que aún perdura?

R.- John Dewey, que tenía mucha influencia, quería que EEUU pusiera en marcha una democracia. Creía que el sistema que tenían no era realmente democrático, todo era muy jerárquico. Creía que había que extender la idea de la democracia a todos lados; escuelas, centros de trabajo... Era el filósofo estadounidense más reconocido de la primera mitad del siglo XX. Cuando conoce a Lippmann, que era un cronista también muy influyente, chocan. Lippmann critica el exceso de democracia y afirma que esta supone fabricar las ideas del pueblo a escala industrial. Será Lippmann quien gane este enfrentamiento ya que Dewey falleció durante la Segunda Guerra Mundial y acabará siendo barrido por otros pensadores. Y esta mirada neoliberal y antidemocrática es la que prevalece. Hoy, en todas las universidades, se está redescubriendo el pragmatismo de John Dewey y su exigencia de democracia.

P.- ¿Ve esperanza en ello?

R.- Vengo de un entorno comunista al que no acabé de adherir. Veía a Bréznev y al resto y me parecían personas horribles. Durante años me aburrí políticamente. Los años noventa me resultaron grises. Y a partir de 2000, con la crisis ecológica asomando y la reclamación de democracia, empecé a ver que algo pasaba. En 2005, cuando Francia rechazó el proyecto de Constitución Europea, sentí que vivimos un momento de debates muy ilusionante. Mi país se ha ido volviendo crecientemente autoritario y yo y muchos hemos ido teniendo más ganas de democracia. Tengo una relación compleja con mi país: es muy autoritario y por suerte también muy revolucionario...

Carmen Pérez-Lanzac. El País, domingo 21 de mayo de 2022.

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