"Hay rasgos de carácter que atraviesan los siglos", dice el divulgador de historia y especialista en monarquía Stéphane Bern, que ha estrenado un documental sobre el D'Artagnan real. "Es esta voluntad de desafío permanente del poder y las verdades establecidas y el intento de alzarse por encima de su talla. Eso es muy francés".
Todo país tiene su mitología, el espejo legendario en el que le gusta mirarse o en el que los demás identifican sus virtudes y defectos. España tiene a Don Quijote. Francia tiene a varios. Bern se refiere a Astérix, el personaje de cómic creado por Gosciny y Uderzo. Pero, sobre todo, a D'Artagnan, ese "Don Quijote de 18 años": así lo presenta Dumas en su novela de 1844, el joven que en la primavera de 1625 abandona su Gascuña natal para servir como mosquetero a Luis XIII.
Los tres mosqueteros es una historia del siglo XVII: las intrigas del cardenal Richelieu, las guerras de religiones, un mundo medieval que no acaba de morir y el moderno que da sus primeros pasos. Y es una historia del siglo XIX, empezando por la figura del muchacho de provincias que va a la capital para hacerse un nombre. ¿También un mito actual?
"Los mosqueteros son un mito que impregna el imaginario francés", observa el periodista Sébastien Le Fol, autor del recién publicado En bande organisée. Miterrand, le pacte secret (En banda organizada. Miterrand, el pacto secreto). Este libro es una crónica sobre una banda de amigos que, como D'Artagnan y los mosqueteros Porthos, Athos y Aramis, acompañaron a lo largo de su vida a François Miterrand, presidente de la República entre 1981 y 1994. Entre la Francia de Luis XIII y la de Emmanuel Macron hay coincidencias según Le Fol: "Tenemos un país que sigue siendo inflamable, eruptivo, peleón, dividido. El campo de cultivo en el que crecieron los mosqueteros del siglo XVII no ha cambiado mucho".
"El mito va más allá de Francia", dice Claude Schopp, biógrafa de Dumas. "Su universalidad es muy masculina: la imagen de la amistad viril, con una idea subyacente: sí tenemos derecho de hacer justicia por nuestra cuenta, como en El conde de Montecristo". Cuando se le pregunta a este especialista si Dumas tiene herederos en la literatura actual, no cita a ningún francés: "El verdadero descendiente de Alexandre Dumas es Arturo Pérez-Reverte".
Lo específicamente francés en el mito de los mosqueteros son una serie de tópicos sobre lo autóctono. El más citado entre los entrevistados para esta crónica es el panache: el arrojo, la fiereza mezclada con un orgullo un poco inconsciente, Cyrano de Bergerac tiene panache. D'Artagnan también. "Es una noción un poco sobrevalorada, una manera de ser, ligeramente revolucionaria", explica Schopp. "En las protestas de estos días hay algo de los mosqueteros, una falta de sensatez. Apunta Bern: "Hay en los mosqueteros una camaradería y fidelidad al rey y a un principio, aunque a la vez son libres, guasones".
Macron, quejándose hace ya unos años de la reticencia de los franceses a aceptar reformas económicas, habló de "los galos refractarios". Pensaba seguramente en Astérix, pero según Bern hay también en los mosqueteros "ese lado un poco brabucón que desafía a la autoridad, al tiempo que es fiel a unos valores"..
Hay algo de los mosqueteros en los manifestantes pero también en Macron, que, como confesaba en enero a Javier Cercas en una conversación para El País, considera que, en el fondo, la literatura "es lo único que importa". Él, como D'Artagnan o los balzaquianos Rastignac o Rubempré, también fue un muchacho que desembarcó en París con hambre de mundo y poder.
Bern, próximo al matrimonio Macron, ve en el presidente simultáneamente rasgos de Richelieu y de D'Artagnan . Macron-Richelieu, sgún Bern: "Era un personaje brillante y eminente, calculador. Macron tiene algo de él". Macron -D'Artagnan: "Es el lado bravucón, casi provocador. "Si no me queréis, me da igual". No todo el mundo es capaz de no necesitar ser querido. D'Artagnan tampoco buscaba ser popular".
Hay un rasgo esencial de D'Artagnan que, según el periodista Le Fol, le falta a Macron: carece de una pandilla, unos mosqueteros. Al menos no se le conocen. El núcleo de su equipo son él y su esposa, Brigitte.
Mitterrand se lo dijo una vez a Jean Lacouture: "Usted debía saber que la política es una historia de bandas". Le Fol cita la frase al inicio de su libro sobre Mitterrand y sus amigos de infancia y juventud Pierre de Bénouville, François Dalle y André Bettencourt. Era una auténtica pandilla de mosqueteros, cuatro burgueses de provincias que flirtearon con la extrema derecha en los años treinta, que conocían las ambigüedades del futuro presidente durante los años de la ocupación y la resistencia y que , sin romper jamás el pacto de fidelidad que les ligaba, le ayudaron a conquistar París y el poder como primer jefe de Estado socialista en la V República. "En toda banda de mosqueteros hay un jefe, y el jefe era Mitterrand", dice el autor. "Mi idea era explicar cómo un poder político en Francia escribe su historia y construye su leyenda.
La historia de Mitterrand es la prueba de que el mito de los mosqueteros pervive y determina cómo se vive la política y la historia en este país. Aunque los tiempos cambian. Hoy quizá un D'Artagnan, o un Mitterrand no iría a París".
"Antes, sise quería triunfar, había que conquistar París", resume Le Fol. "Hoy los jóvenes provinciales con ganas de éxito no pasan forzosamente por París. Irán a Silicon Valley. O a Madrid".
Marc Bassets. Paris. El País, domingo 23 de abril de 2023.
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