Solido porque la escritura de Ernaux es afilada e incisiva al mismo tiempo que se reviste de una sencillez poco común: desposeída de adornos, se interna sin ambages en abordar el argumento que, por otro lado, no deja de arrastrar montones de recuerdos, documentados tanta veces, que extienden desde lo más personal e íntimo hasta lo que tienen de proyección colectiva. Una memoria que, como es lógico, va y viene : difusa en ocasiones, meticulosa en otras.
Conmovedor porque, al fin y al cabo, es una historia que destila desamparo, soledad, discriminación, incomprensión, violencia y, en muchas ocasiones, desprecio: sentimientos o percepciones que Anne, la protagonista, que, en aquel tiempo era una estudiante universitaria brillante, sobra decirlo, experimenta continuamente a través de su propio cuerpo, aproximándose así a dimensiones de carácter moral de lo que, en los años sesenta en Francia, era considerado reprobable e ilícito, aunque la sociedad estableciese, siempre, mecanismos a los que acudir en voz baja.
Es esta, también la memoria de un tiempo concreto, casi estático, que se dibuja como denso y compacto, sin ranuras ni elementos a los que asirse para contemplar alguna esperanza. Vemos aquí un "flujo estancado de infelicidad", en lo que constituye una novela memorable, pues semeja que todo se murmura en el oído.
Ramón Nicolás. La Voz de Galicia, viernes 17 de marzo de 2023.
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