Van Gogh llegó a Auvers en mayo de 1890 procedente del hospital psiquiátrico de Saint-Rémy-de-Provence, al sur de Francia. Mientras estuvo internado, los periodos buenos se alternaron con crisis terribles en las que intentó envenenarse en dos ocasiones. Al mismo tiempo, su obra empieza a despegar entre los críticos. "Uno de ellos, Albert Aurier, le puso por las nubes diciendo que era el heredero de los maestros antiguos holandeses", señala Wouter van der Veen, investigador experto en el artista. Aurier publicó su artículo en enero de 1890 en la revista Mercure de France y se refiere a la obra de Van Gogh en estos términos: "La vehemente pasión por sus dibujos y colorido no basta para explicar su profundo, complejo y distinto arte". El pintor le dio las gracias en una carta, adquirida por su museo en 2019, donde asegura que encuentra sus propios cuadros "renovados", mejor de lo que son en realidad, más valiosos y con más sentido", tras haber leído la reseña.
Después de hablar con Teo, su hermano y principal valedor, y cuando ya se siente mejor, Van Gogh se pone en manos del doctor Paul-Ferdinand Gachet, especializado en enfermedades nerviosas. El médico era también mecenas y pintor aficionado, y a su casa en Auvers acudían artistas que luego formaron parte del impresionismo. Al viajero holandés le gusta la localidad y, muy recuperado, juega con tonos azules y verdes y pinta mucho y muy deprisa. "Se formó una comunidad creativa en la que había europeos, estadounidenses y hasta un cubano, y Van Gogh quiere demostrar su valía en ese entorno. El grabador español Nicolás Martínez de Valdivieso almorzó varias veces con él en su hospedaje, la Posada Ravoux", sigue explicando el experto. Su buen ánimo se refleja en las primeras obras abordadas, que alternan las vistas de la localidad, castaños, en flor, y barcazas en el río Oise, con retratos como el de Adeline Ravoux, la hija del dueño del establecimiento. En varios lienzos puede verse, a lo lejos, la iglesia que haría famosa bajo un cielo azul cobalto.
El templo fue construido en el siglo XIII, y en la composición aparece envuelto en reflejos violeta. "A la izquierda del espectador vemos a una campesina con una toca parecida a la que llevaban las holandesas de Brabante, donde el había nacido. El uso del color es llamativo y hay cuadros muy famosos de esta última época y otros poco conocidos, y gran parte están en Estados Unidos", explica Nicole Bakker, conservadora senoir de pinturas de la pinacoteca de Amsterdam, La vista de la iglesia ha sido cedida, junto con otras siete, por el Museo d'Orsay, y destaca el Retrato del doctor Gachet. Sentado y con la cabeza apoyada en una mano, la expresión melancólica del modelo va más allá del ejercicio de estilo. "El pintor quería reflejar el alma rota de nuestro tiempo y se sentía identificado en sus depresiones con el facultativo, que era viudo", añade. Esta es una segunda versión que pertenecía a Gachet mismo, cuya familia la legó al Estado francés. En Auvers, Van Gogh solo firmó el retrato de la niña Ravoux, y Bakker indica que lo hacía con su nombre por razones prácticas. "Siempre escribían mal su apellido. No parece que quisiera igualarse a maestros como Rembrandt"...
Los cielos abiertos y las mañanas luminosas del principio van oscureciendo... Su serie de cuadros panorámicos -hay 10 en la muestra- refleja la rápida caída en la depresión. "Pinta en momentos de gran vida y bullicio, en plena cosecha, pero sus campos están vacíos". El desenlace llega cuando estaba ocupado con unas raíces de acacia en el camino hacia la posada Ravoux. La bala que se disparó en el pecho no podía extraerse, y el pintor pidió que le dejasen morir en paz. El doctor Gachet hizo unos dibujos del rostro de Vincent en su lecho de muerte, incluidos en la muestra.
Isabel Ferrer. Amsterdam. El País, martes 23 de mayo de 2023.
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