Arranca el largo metraje con la advertencia de que la población envejecida corta el paso a las nuevas generaciones, provocando incluso episodios de violencia, de ahí que el Gobierno estimule a los mayores de 75 años que deseen quitarse de en medio. De ahí el plan del título. Se ofrece una cantidad en yenes equivalente a mil euros para disfrutarlos en sus últimos días. Más allá de las naturales dudas que pueda tener toda autora o toda obra primeriza, al proponer cuatro protagonistas, sin ningún vínculo, se corre el riesgo de desequilibrar la trama, aunque no afecte al redondeo final.
Tenemos en Plan 75 una señora que a sus casi ochenta años continúa haciendo la limpieza de un hotel, y al ser despedida, se siente un trasto. Un joven funcionario que se emplea a fondo en sus objetivos de encontrar clientes para el programa hasta que un día se le presenta su propio tío. Una trabajadora de la empresa incineradora que clasifica los objetos dejados por los finados. Una mujer que trabaja como asistenta telefónica de quienes aceptan despedirse. Al final, quizá resulte que los jóvenes necesiten de los mayores y la solución a ese problema demográfico sea otro menos desesperado. O a saber.
M.A. Fernández. La Voz de Galicia, sábado 29 de abril de 2023-
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