George Sand y Chopin. Reconstrucción del inacabado cuadro de Delacroix. Después de la muerte del pintor sus nuevos dueños separaron los dos retratos. |
Los extranjeros han venido a Mallorca para pasar el invierno con la idea de que eso sería bueno para las bronquitis de él. Nada más llegar, sin embargo, los médicos de Palma les han dado una mala noticia, Lo que padece Chopin, en realidad, es una tuberculosis incurable. Desde entonces viven refugiados en la Cartuja de Valldemossa, que la reciente desamortización de Mendizábal ha vaciado de monjes. No ha sido una buena decisión. El invierno mallorquín está siendo especialmente lluvioso y, batida por los vientos de la Tramontana, la cartuja es un lugar húmedo en el que la única defensa contra el frío es un brasero que carbura mal (tendrán un susto a causa de esto). El compositor podría, al menos, trabajar tranquilamente, porque allí aún flota el voto de silencio de los cartujos; pero el piano de pared que ha dejado encargado en Pleyel de París no llega. De todos modos, cuando lo haga, la aduana de Palma lo retendrá para exigirle unas tasas exorbitadas. Por eso Chopin ha venido a ver a este modesto ebanista. Quiere que le fabrique un piano, nada menos. Juan Bauzá, que así se llama el artesano, nunca ha hecho uno. Quizá nunca ha visto uno por dentro. Pero el compositor le convence: él le contará como es. Hay algo mágico en esta escena, casi una miniatura de la Creación: el mayor compositor de piano de la historia dando vida a su instrumento por medio de la palabra. Será en este rudimentario "Juan Bauzá" en el que Chopin componga diez de sus Preludios, entre ellos el 28/4, que tocaba mi profesora cuando yo era niño. Nos decía que era el lamento de Chopin, y es verdad que la monotonía de las notas de la mano derecha parece una onomatopeya del dolor de la enfermedad.
Wanda Landwska y el piano Bouzá (c.1914). Foto: Alexander Binder. |
Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, domingo 13 de octubre de 2024.
No hay comentarios:
Publicar un comentario