La Almazara, diseñada por Philippe Stark.
(La Almazara)
Es un cubo rojo que se levante en un olivar cuyo perfil está inspirado en el de un toro. De sus paredes lisas sobresalen un cuerno de acero y una enorme aceituna del mismo material, además de una terraza que ejerce de boca del animal. "Es más arte, más escultura que arquitectura. Algo de otro mundo", señala Starck de un proyecto que une la elaboración de aceite con el turismo y la gastronomía.
La finca de 26 hectáreas en la que se levante el edificio se ubica a dos kilómetros de la ciudad malagueña. Es un proceso que empezó en 2010, cuando Pedro Gómez de Baeza, histórico del sector de finanzas españolas comentó al empresario Santiago Muguiro que el modelo que la compañía había desarrollado en Álava , de la mano de Frank Gehry, podría traducirse también en el sector del aceite de oliva. Ambos elaboraban ya una producción ecológica en Ronda y sumaron a Philippe Starck, socio y encargado del diseño de los envases de aquellos aceites. "El aceite de oliva es para mí algo sagrado", asegura el arquitecto.
Después, en 2014 nació la sociedad La Almazara, de la que Gómez de Baeza fue presidente hasta su fallecimiento el pasado verano. Su puesto lo ocupa ahora el empresario Juan Villar Mir y entre sus consejeros delgados esta Santiago Muguiro, que también ejerce de director del espacio. "Creemos que la iniciativa puede marcar un antes y un después en el sector del aceite", subraya. La inversión supera los 20 millones de euros.
La finca cuenta con un coqueto mirador que regala una imagen completa de la almazara diseñada por Philippe Starck. Su imagen es poliédrica, cubista. La influencia de Picasso se deja notar, como también la del surrealismo español, con ese ojo del que sale el humo blanco cada vez que se enciende una de las chimeneas que calientan el interior. "Mi idea ha sido mostrar un gran respeto por España y por Andalucía, que es la tierra más pasional que he conocido en mi vida", señala Starck.
La almazara ejerce como tal, pero en ella solo se hace la parte más noble del aceite. El interior, además de un gigantesco estoque y una enorme lona ideada por la hija de Starck, cuenta con un museo que repasa los usos históricos del aceite y muestra los cultivos actuales. También hay un pequeño auditorio y un restaurante donde se servirán tapas y raciones junto a vinos rondeños y cuya terraza enmarca una espectacular vista a la sierre de Grazalema. La experiencia oleoturística (por 25 euros) se completa con un paseo por la finca para conocer otros procesos como la recogida de la aceituna o el trabajo con los olivos.
Quimo Petit/ Gema García. Madrid. El País, viernes 18 de octubre de 2024.
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