En la exposición se uede ver la maqueta "Atlántida" una isla imaginaria que reúne
las 109 obras de Renzo Piano construidas en los años 60 del s. XX.
"Nuestra conciencia de las estructuras ha liberado nuestra capacidad de expresión". Desde que Renzo Piano ganara, con el desaparecido Richard Rogers, el concurso para levantar el Centro Pompidou en el corazón de París, el genovés tiene oficina en esa ciudad. Habiendo construido literalmente por medio mundo -de Uganda a Nueva Caledonia, de Taipéi a Estambul o del corazón de Nueva York al de Londres, Roma o París-, solo tiene ese despacho parisiense, más allá de su casa madre: la casi invisible sede de Génova que, como los clásicos modernos, ha utilizado como laboratorio.
Frente al Mediterráneo, en la ciudad donde nació, Piano ha ensayado y cuestionado todo tipo de soluciones arquitectónicas y tecnológicas como la domótica que activó y desactivó mucho antes de que empezara a comercializarse el mundo smart y sus aplicaciones, convencido de que las necesidades humanas de brisa o soleamiento no eran generalizables y resultaba más cómodo hacer y decidir que someterse a un mundo perfecto y controlado.
Él mismo es más un inventor que un artista plástico, más un fascinado por el ingenio que un obsesionado por la tecnología. Por eso, lo mejor de la muestra que le dedica ahora el COAM de Madrid es que resume y demuestra esta idea. Su economía de medios contrasta con la rotundidad de los hechos que resume. Más allá de contar una trayectoria, ofrece una lección, que Piano, seguramente catalogaría de opción. La trayectoria del Building Workshop resume la fascinación que convierte la vida en un descubrimiento continuo
El suyo es un pionerismo fruto de la inquietud y alejado de la carrera de ser el primero, tan singular como tener estudio en París. Ambos hechos retratan a Piano como un creador inquieto alejado de cualquier narcisismo, y, a la vez como un romántico. Así, liviano y arraigado a la vez, hoy tiene a su mando a 80 personas que, bajo el amparo de su taller, Renzo Piano Building Workshop, trabajan por el planeta literalmente reinventándolo.
Le fil rouge, el título de la muestra, hace referencia al bilingüismo del italiano y su estudio y, como tal, al hilo conductor que conecta ideas y recursos arquitectónicos para establecer una conexión entre proyectos aparentemente distintos. Con Piano no es nunca la forma, ni siquiera el concepto, lo que une: es la solución. Con mentalidad de inventor, se inició con una mezcla de pragmatismo y utopía que le llevó a intentar lo más difícil: dar cobijo a la humanidad a partir de soluciones ingeniosas a precios asequibles.
La exposición empieza por el final: un mapa imaginario en el que 200 de los proyectos que firma el estudio se representan en su versión más sencilla. Sin acabados, sin referencias plásticas, con volumen y escala: desde el aeropuerto Kansai de Osaka -en terreno ganado al mar - a la Maison Hermès de Tokio, o a la sede de The New York Times. Hay proyectos de todos los tamaños: de la vivienda mínima prefabricada Diogene al estadio del Bari. Las remodelaciones, como la fábrica Ligotto de Turín o la ampliación del Art Institute de Chicago. Y luego están los museos, del Pompidou al Paul Klee de Berna, de The Menil Collection de Houston al High Museum of Art de Atlanta o la Fundación Botín de Santander...
Piano ha defendido en sus escritos la necesidad de saber hacer las cosas no solo con la cabeza, también con las manos. Esta muestra habla ese idioma. Con la sencillez de un juego de cartas despliega un hilo conductor. Alejada del azar de las cartas, demuestra un empeño por solucionar que resulta en invención continua.
Anatxu Zabalbeascoa. Babelia. El País, sábado 12 de octubre de 2024.
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