Fotograma de Cuando cae el otoño. |
No está claro de que nos reímos cuando nos reímos. Según Hobbes, nos reímos al detectar los errores, vicios o desventuras de los demás, al sentirnos repentinamente superiores. Esta risa, la verdad ya no se lleva. O no debería. Locke, en cambio, pensaba que la risa se produce cuando se detecta una relación sorprendente o inesperada entre dos elementos opuestos o dispares. Y, por último, Freud y sus allegados estaban convencidos de que todo es una cuestión catártica. La carcajada sería una descarga emocional que permite al cuerpo eliminar una excitación reprimida. Luego estaría Mack Sennett, convencido de que una comedia es cuando un hombre se cae en una zanja y se mata. La tragedia es que te salga un padrastro.
No está claro tampoco de qué andaría más cerca François Ozon en su última película, pero todo indica que ni él lo sabe. Y eso, al contrario de lo que pudiera parecer, es bueno. Da risa, sí, pero pica. Y mucho. Cuando cae el otoño es una comedia negra, pero hace todo lo posible por ocultarlo. También es un thriller, pero ni el ritmo ni el dibujo de los personajes parecen los adecuados para un género que exige tensión, no una sonrisa. Y bien podría ser un melodrama, sino fuera porque, llegado un momento y a modo de catarsis, en vez de llorar entran ganas de reír. Hay un poco de Hobbes por los errores y los vicios de la protagonista; no falta algo de Locke, por la contradicción misma entre opuestos en la que vive la cinta, y, como ya se ha dicho, algo de liberación catártica también hay. Y todo ello pintado, como últimamente pinta tanto el director, de manera ligera, rítmica y se diría felizmente simple.
Se cuenta la historia de una mujer mayor tranquila, alegre y activa en su jubilación. Brillante Hélène Vincent. Solo hay un problema: su hija (Ludivine Sagnier) pese al cariño del nieto por la abuela, la desprecia. A su lado, una amiga (Josiane Balasko) disfruta del mismo retiro. Pero con otro problema: su hijo (enérgico Pierre Lottin) entra y sale de la cárcel con frecuencia nunca deseable. ¿Y si el hijo de la segunda acabara con la hija de la primera? A veces los deseos pueden realizarse y cobrar vida como accidentes del destino. O quizá, no. Tal vez al destino hay que empujarle con unas cuantas setas venenosas. Y un dato más para hacer más atractiva y compleja la ecuación: las dos mujeres de cierta edad cierta antes fueron putas. Aunque esto mismo es irrelevante. O no. Con estos elementos, el director confecciona su película anual (no falla desde 1998) con ese laissez faire, laissez passer que tan bien caracteriza y define su último cine... Cuando cae el otoño no es una película redonda por la sencilla razón que ni quiere ni lo pretende. Todo discurre en ella con una estudiada actitud entre géneros tan desconcertante como divertida. Y, claro, te ríes. ¿De qué? Eso es otra pregunta.
Luis Martinez. El Mundo, 22 de septiembre de 2024.
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