lunes, 21 de octubre de 2024

"La sustancia": Un monstruo salvaje en la era de Tik Tok

Fotograma de La sustancia

Una gurú del fitness televisivo amenazada por la sombra del envejecimiento. Una celebridad que se niega a aceptar los mecanismos del paso del tiempo. Un mundo, el del show business, cruel, enloquecido y aislado. La devoción por la fama y el cuerpo impecable, la belleza que no quiere lidiar con la degradación. Los ingredientes de La sustancia son viejos y conocidos: apenas una fábula  que se mira en el lienzo atrofiado de Dorian Gray y en el terror psicológico de ¿Que fue de Bay Jane? (Robert Aldrich, 1962) para escalar al horror movie en su militancia contra el sexismo y la jubilación prematura. 

Con todo ello, tan básico y tan eficaz, la cineasta francesa Coralie Fargeat (París, 1976), en connivencia con los cuerpos y la entrega desmedida de Demi Moore y Margaret Qualley, se suma a una suerte de necesidad, o  de estrategia, que el cine contemporáneo se empeña en llevar a sus límites para epatar al nuevo espectador, aquel en busca de estímulos radicales y del impacto. Podemos nombrar La sustancia por su condición extrema, y sin duda es así como la recordaremos. El problema, o el peaje, es que todo impacto inicial  corre el riesgo de diluirse con el paso del tiempo, y que una vez desenmascarado, lo que queda es el vacío, la vulgaridad, lo grotesco. No creemos que sea el caso pero pudiera serlo.

Despejando la desmedida Megalópolis de la ecuación, que en realidad no tiene nada que ver, La sustancia fue la propuesta más excesiva, aberrante y demencial a concurso en el pasado Festival de Cannes. Sin embargo, lo que en Coppola era un evidente salto al abismo, con todo lo que conlleva (sus grietas y perturbaciones), en Fargeat es una estrategia que juega sobre seguro. que ya conoce a su público de naturaleza incondicional, que en su cáscara se aberra hacia un riego controlado...

La criatura bipolar y auto destructiva que cultiva el filme, ayudándose del descomunal trabajo de Demi Moore (en sí misma una sexagenaria que desafía los procesos naturales de envejecimiento), oposita como el monstruo salvaje que nuestra contemporaneidad de Tik Tok necesitaba. La alteración genérica que le permite engendrar una "versión más joven y hermosa" de sí misma está sometida a unas reglas que su ambición desquiciada y contra natura no podrá aceptar. Lo dicho, hay lucidez en el guion. Hay ironía  posmoderna en el tono. Y eso, queramos o no, redime sus excesos, nos invita a digerirlos con placer... 

Carlos Reviriego. El Cultural, 11-10 -2024.

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