La joven Anora (una deslumbrante Mikey Madison) prefiere ser llamada Ani. Así es como esta bailarina de un club de lap dance neoyorquino oculta sus orígenes eslavos, aunque es justamente este rasgo identitario el que convertirá a Anora en el objeto de deseo del hijo de un oligarca ruso, Ivan (Mark Eydelshteyn), que se garantizará la compañía en exclusiva de la escort. Siempre cerca de su protagonista, pero evitando en todo momento juzgarla de forma tajante, Baker invita al espectador a participar del encantamiento que experimenta Ani al gozar de los lujos que le provee Ivan. Esto acerca Anora a la fábula de la Cenicienta, que ya tuvo una traslación al ámbito del comercio sexual en la icónica Pretty Woman (1999). Si embargo, Baker no se contenta con seguir el patrón narrativo de la damisela en apuros y convierte Anora en una obra que toma al espectador a contrapié, como un bumerán capaz de girar sobre sí mismo en el aire... hasta en dos ocasiones.
En su primer cambio de rumbo, Anora transita del relato romántico a un lugar equidistante entre el thriller criminal y la comedia de enredo. (...)
El segundo golpe de timón conduce Anora hacia su memorable recta final, en la que se evidencia que el sueño de Ani puede convertirse en una pesadilla. Es aquí cuando al perfilar abiertamente una lucha de clases, el filme se desmarca en gran parte del cine independiente americano actual...
Manu Yáñez. El Cultural, 25-10-2024.
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